'Partitularidades'

F. Ehrenberg interpretando "El arte es solo una excusa" en 1979.
Chapultepec, ciudad de México.

Comenzar este artículo con un neologismo se antoja conveniente pues el tema es la obra de un neólogo, una obra particular y un poco más: partitular. Tratar de la exposición Ala Blanca durante sus últimos días de estancia en las galerías superiores del Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” se vuelve curioso por una sincronía dentro de la ciudad. En pleno ejercicio del Festival Internacional de Música de Morelia, la música inunda las calles y teatros; hay conciertos en la vía pública, tapetes de flores alusivos en la calzada Fran Antonio y, especialmente, una exposición visual enlazada con piezas musicales que pueden escucharse frente a cada pintura o grabado (la exposición se titula Transcripciones Musicalográficas y se exhibe hasta el 26 de noviembre en el Museo del Estado).
Hablo de sincronías puesto que la reproducción de una pieza musical requiere de una partitura generada por un autor, donde la música se encuentra codificada en señales y notaciones, y llevada a la acción por un intérprete o un conjunto de éstos, personas con una formación especializada para la decodificación de estas señas. Así, la escritura técnica se convierte en música nuevamente mediante la intervención de un ‘alguien’ que tiende un puente entre el público y el autor original.
La exposición Ala Blanca se plantea como un Festival de Partituras visuales producidas por Felipe Ehrenberg, con el fin de hacer reproducir obras realizadas por él en décadas anteriores. No se trata de obras ya hechas, sino siempre por hacer. Otras ramas de las artes cuentan con un metalenguaje que permiten la reconstrucción de la manera de hacer una obra. La música cuenta con la escritura en pentagramas, la arquitectura se codifica en planos y maquetas antes de llevarse a la construcción, la cinematografía utiliza storyboards para planear la elaboración de planos y secuencias en movimiento, incluso la danza cuenta con métodos de escritura que permiten a intérpretes llevar a escena coreografías elaboradas hace décadas. Las artes visuales, en cambio, no cuentan tradicionalmente con ese lenguaje que permita estudiar y comprender los procedimientos que siguió un artista para pintar, estampar, esculpir o modelar un objeto.
Durante el siglo XX, con el paso de las artes objetuales a las procesuales, de la obra de arte hasta la circunstancia artística, se generaron propuestas que, mediante instrucciones dirigidas a otros artistas o el público, buscaron evocar momentos poéticos o reconstruir procedimientos diseñados por un autor o autora particular. El mismo autor refiere en una cédula de la exposición sobre instrucciones que Lamonte Young, Milan Knizak y Yoko Ono elaboraron como sugerencias poéticas a manera de pequeños poemas (haikus) para conducir a la contemplación o un estado de ánimo íntimo. Las partituras visuales de Ehrenberg, en cambio, no son poemas ni planos precisos sino procedimientos con indicaciones que guiarán a un artista intérprete a través de una performa, una acción evocadora y significativa para compartir con un público receptor, sea éste específico o azaroso. Así, artistas visuales responderían al llamado de Ehrenberg: “Todos tenemos el derecho a interpretar en el mismo espíritu: fieles al compositor a la vez que fieles a nuestra propia visión.”
Ala blanca reúne a diversos intérpretes alrededor de cinco partituras visuales de Ehrenberg; algunos son artistas formados y con trayectorias propias, otros son colectivos de reciente formación y que se involucran recientemente con las prácticas artísticas. Casi todas y todos son jóvenes y manifiestan una visión de sus dimensiones personales. Esto llevó sin duda a que esta exposición fuera dramáticamente distinta a la que se exhibe en planta baja, Aquéldama, también de Ehrenberg, pero que concentra obra suya en impresión digital y acuarelas que ya hemos comentado en una ocasión anterior. Comparto aquí una opinión comparativa que el autor me dirigió en correspondencia personal: “Aquéldama, la encabronada, triste y sombría visión en la planta baja; y en la planta alta el Festival Ala Blanca, alegre, musicalizada conglomeriación de interpretaciones semidigeridas de mis partituras... ¡Qué paradójica existencia!”
Las obras que se interpretaron para esta exposición fueron: 1) “El arte es solo una excusa”. Evento solista para Cuerdas y Voz. También titulada “El arte según yo”, donde el intérprete sujeta hilos a su cuerpo y extiende los extremos al público reunido, cuenta una breve historia del arte desde una visión personal e interpela a los asistentes a la interacción. Esta sección se compone principalmente de registros de acciones ya hechas, lo cual dificulta saber la calidad de la interpretación. Carlos Espinoza subtituló su acción “Se ve diferente” bajo el argumento de que el arte permite demostrar que cada persona mira y piensa las cosas de manera distinta. Según testimonios que presenciaron esto en el Jardín de las Rosas días antes de la exposición, la interpretación tuvo el defecto de no conseguir el efecto deseado en el público.

Partitura de Sandina Sánchez Teufel sobre "Las mil y un esquinas del círculo"

2) “Las mil y un esquinas del círculo”. 9 microinstalaciones para sorprender y deleitar a la ciudadanía. Se trata de 9 intervenciones en espacios públicos que sean visibles a primera vista y acompañados por una ficha técnica que las haga distinguirse de un mero accidente o configuración casual. Se realizaron intervenciones con objetos personales en la calzada Fray Antonio y en el Jardín de las Rosas. Ésta última se compuso mediante altares que referían al amor y la espiritualidad desde el catolicismo y el budismo, por lo cual la acción estuvo cargada ideológicamente.

Interpretación de Miho Hagino sobre "Signos y señales"

3) “Signos y señales”. Relato visual y breve de una carta de amor que empezó hace eones cuando ella pisó por primera vez las arenas junto al mar, y él la descubriera antes que la marea cubriera sus huellas. La siguiente mañana, varios milenios después… Instalación de señales sobre arena, reflejos con espejos y objetos variados. Miho Hagino trabajó con niños y adultos mayores para su propuesta. El colectivo Santas Insurgentes dirigió su ejercicio hacia la variedad de objetos que se han producido en la cultura para transmitir señales: fotografías, videos, radios, computadoras, libros y otros artefactos.

Intervención de "Spaik" Guerra acerca de "Juan Gabriel y la palmera roja"

4) Con la partitura “Juan Gabriel y la palmera roja” se buscaba relacionar un ícono mexicano de fama mundial –caracterizado por el sentimentalismo masculino- con un símbolo de países subdesarrollados, tropicales y hacinados de conflictos sociales. El dramatismo cultural de ambas circunstancias se representó en dos murales hechos en específico para la exposición que recurrieron más a la caricatura, quedando anulada la intención original del autor por reflexionar sobre el “tropicalismo” revestido de una dimensión política.
La quinta partitura fue “Caminata escultórica/Escultura caminada”, pero comentarla aquí no cabe. Solo resta mencionar que el ejercicio fue jovial y experimental. Lo más consistente y estable de la muestra son las partituras. Lo demás son registros de acciones que seguramente caerán en el olvido por su carácter efímero, por su dimensión personal para cada intérprete y, por tanto, poco transferible.

Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio.
Diario Cambio de Michoacán.
27 de noviembre 2011

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