Lecturas de la ciudad: tres estilos arquitectónicos
Morelia es una ciudad histórica, de significativo peso cultural e ideológico en el contexto de la historia nacional. Actualmente se le promociona turísticamente con una energía notable, se le llama “Cuna ideológica de la Independencia” y con ello se busca ofertar un ambiente al turismo cultural. El comercio habita en las entrañas del centro histórico, se le puede ver en las mesas de los portales, en los escaparates de los edificios y sobre las calles.
Desde su fundación fue caracterizada como una ciudad señorial, digna, de habitantes predominantemente de pensamiento conservador, apegado a la corona española durante el tiempo de la Colonia. Es significativo que la bandera de la ciudad conserve hasta hoy los mismos colores que componen la bandera española.
Morelia es una ciudad depositaria de instituciones monumentales como el Primitivo Colegio de San Nicolás, hoy Universidad Michoacana. Así también hubo colegios jesuitas, conventos y templos franciscanos y agustinos, seminarios, casas consistoriales y particulares que con el transcurso de los años han servido como receptáculos de instancias de gobierno, museos, escuelas de diferentes niveles, teatros y, de nuevo, comercios.
El desarrollo arquitectónico de la ciudad fue más o menos constante con el pasar de los siglos desde su fundación en 1541. Durante el siglo XVII se inició la actividad constructiva: San Francisco y San Agustín fueron conventos concluidos en los primeros años. Les siguen los de El Carmen y la Merced, además de otros templos como La Compañía (San Francisco Xavier), San Juan y La Cruz. En 1660 se comenzó la construcción de la Catedral.
Durante el siglo XVIII hubo un auge constructivo tanto en ámbitos religiosos como civiles. Se fundaron y construyeron tres grandes conventos de monjas: Las Rosas, Las Monjas y Capuchinas; otro de frailes, el de San Diego; cinco iglesias más, entre ellas la de San José y media docena de capillas secundarias. En 1974 se concluyeron las torres monumentales y la fachada de la Catedral. En el ramo civil se alzaron suntuosos edificios de educación y gobierno como Las Casas Reales o Consistoriales (hoy Palacio de Justicia), el Estanco del Tabaco (hoy Palacio Municipal), la Alhóndiga, el antiguo Seminario (hoy Palacio de Gobierno) y los colegios de San Nicolás y de la Compañía (Palacio Clavijero); además de docenas de palacios y mansiones señoriales.
El crecimiento urbano requirió servicios públicos. Las plazas se adornaron con fuentes; se reconstruyó, entre 1785 y 1989, el gran acueducto de 1,700 metros de largo y 253 arcos de cantería, por impulso del obispo fray Antonio de San Miguel.
Sobre la traza renacentista originada en el siglo XVI, el barroco se instaló definitivamente en las edificaciones realizadas durante los dos siglos siguientes; ejemplo de ello es el Palacio Clavijero, colegio jesuita de San Francisco Xavier, que representa uno de los mejores exponentes del estilo tablerado, aportando un ambiente de monumental austeridad.
Durante el siglo de las Leyes de Reforma y del laicismo poco se construyó. Por el contrario, se destruyeron muchas obras. Se multiplicaron las residencias con elegantes fachadas que rematan en cornisas voladas y entablamentos que, al igualar las alturas, perfilan las perspectivas de las calles rectas, acentuando el sentido de orden y regularidad en la traza. Comúnmente se conoce que las fachadas de la Calle Real se “afrancesaron”. Ello significa, más concretamente, la adopción del estilo neoclásico en las construcciones realizadas en el periodo. Así también se intervinieron las plazas y se impulsó la escultura pública, como es el caso del jardín de Villalongin.
Interiormente, como un reflejo del íntimo respeto y culto por la dignidad en la vida familiar de entonces, se multiplicaron los patios de amplias arquerías. Al finalizar el siglo, transcurriendo plenamente el Porfiriato, se construían edificios tan importantes como el nuevo Seminario Tridentino, junto a la iglesia de San José y el Colegio Teresiano (hoy Palacio Federal, a un costado del templo de Las Monjas). Durante este periodo, en Morelia hubo grupos activos relacionados con el régimen, íntimamente ligados con los ramos del comercio y puestos de gobierno. Fue notable la obra pública que se impulsó hacia principios de siglo, y de ello queda constancia en fotografías que pertenecen al acervo de la fototeca del Archivo Histórico del Poder Ejecutivo del estado. Además, existen numerosas imágenes que dan cuenta de las transformaciones de la ciudad, de los inmuebles y de los espacios públicos.
En plenas fechas revolucionarias, entre 1907 y 1913, Joaquín Horta Menchaca decoró, a base de flores de barro cocido y policromado, el Santuario de Guadalupe (templo de San Diego). Se trata del más reciente ejemplo de ese “gusto muy mexicano por las flores y la riqueza de los templos, prolongando hasta nuestros días la vibrante emoción de los espacios internos que surgió con las yeserías barrocas de Puebla y Oaxaca y ha tenido en Morelia su última manifestación monumental”, en palabras de González Galván.
Renacimiento, barroco y neoclásico conviven en los espacios que habitamos actualmente. A ello habría que agregar la huella de lo contemporáneo, concretamente en el curioso caso de un hotel conocido ubicado a contraesquina de la plaza de Armas. Una construcción que no logra esconder su “modernidad” aún a pesar de sus cubiertas de cantería y la entrada de una tienda adornada de pétreo retablo.
La riqueza cultural tangible de esta ciudad se corresponde con la diversidad de pensamientos que aquí se generan y los intereses que le circundan. Los hay culturales, políticos, comerciales y de entretenimiento. Pero la contemporaneidad urbana permanece fluyendo dentro y fuera de los recordatorios que la historia ha dejado de forma material. El centro histórico de Morelia es más que sólo “colonial”. Es renacentista, barroco y neoclásico. Cada estilo lleva consigo un carácter fundamentalmente basado en símbolos, y cada conjunto simbólico forma un discurso. Esta ciudad conjunta varios y en ello lleva buena parte de su valía.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
25 de octubre 2009
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