Aquéldama. Rito de sangre para un 40 aniversario.
De izquierda a derecha: detalle de 'Mujer en Calzones' (2011); aspecto del montaje de Estampas Digitales; y detalle de la videoinstalación 'Casino Royale' (2011)
El Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” (MACAZ) cumplió 40 años de existencia. Para su celebración, en semanas pasadas se llevaron a cabo diferentes eventos para conmemorar cuatro décadas de vocación cultural, en las que se erigió como una de las principales sedes del arte contemporáneo del estado. Sin embargo, en 40 años el rumbo puede diluirse, transformarse, puede mutar o deformarse. A la distancia de las cosas, diferentes personas hemos llegado a coincidir en que el acervo del MACAZ, formado por más de cuatro mil piezas, encarna un carácter moderno más que contemporáneo. Detenerse en este punto es motivo de otro texto; baste mencionarlo dado que la exhibición conmemorativa de los 40 años del MACAZ está marcada por una práctica artística plenamente contemporánea, entendiendo por ello una producción que condensa su razón de ser no tanto en la producción técnica de un objeto sino en la codificación de una experiencia (del autor) y en la generación de otra experiencia (del público). Lo que llena de vida, nuevamente, la vocación original del museo.
La exposición “Aquéldama” de Felipe Ehrenberg, artista mexicano radicado en Brasil, ocupa la planta baja del edificio. Se trata de un retrato de sangre en las sociedades contemporáneas; las obras exhibidas son, en palabras del autor, “consecuencia de mi asco ante la violencia que nos acosa. Crearlas me ha causado dolor (por lo que sucede sin que pueda yo hacer nada). Sin embargo, y aunque parezca paradójico, me brindan la sensación de estar haciendo algo útil (pues aún creo que el arte puede incidir en la vida de mi prójimo)." Aquéldama es vocablo antiguo caído en desuso y recuperado para dotar de sentido el conjunto visual de su obra reciente: “del aramáico pasó al griego y de ahí a nuestro idioma, significa el lugar del derramamiento de sangre […] lo seleccioné por añejo, por… confiable.”
La exposición oscila entre lo local y lo global, lo tradicional y lo conceptual, entre la materia y la idea. No es vana la estrategia de presentar obra elaborada tanto en acuarela como en impresión digital sobre vinil. Nacionales y cosmopolitas, pinturas enmarcadas y pendones muestran la diversificada visión de Ehrenberg en torno a la violencia, los sistemas de control, el exterminio, la opresión y las relaciones de desigualdad entre las personas y las naciones.
La serie Bajo la Lupa II (Brasil) se compone de pinturas a la acuarela sobre papel que figuran circunstancias humanas y representaciones vegetales y animales provenientes del imaginario de los Ñah’ñú, también conocidos como Otomíes, del estado de Hidalgo. 'El túnel' muestra la escena de trajes y corbatas danzando entre los árboles mientras dos sujetos transportan cargamentos a través de un pasadizo subterráneo. En la mente retumba una imagen recurrente: los narcotúneles, tráfico transfronterizo de alta ingeniería para complicados traslados. 'Las rejas' exhibe cuerpos masculinos encerrados mientras una criatura oblonga y colorida vuela sobre sus cabezas. Las posibilidades de interpretación son varias, pero atendiendo a la temática fronteriza que caracteriza la mayoría de estos trabajos no es errado pensar que se trata de migrantes detenidos y tratados como animales fugitivos a los que se pretende regresar a su corral originario. En 'La fosa', un árbol hunde sus raíces en una cámara rojiza donde habitan cuerpos humanos que por sus tonalidades armonizan con los pájaros multicolores que revolotean sobre la copa arbórea.
En la misma sala y con semejante formato, la serie Bajo la lupa I ilustra variaciones del tema de la violencia y violación a la privacidad que representa el cuerpo. Mezcla de imaginario tradicional e imaginería tecnológica, la pintura muestra bichos, calaveras, toritos y otros alebrijes en combinación con figuras humanas representadas a manera de lecturas térmicas corporales. Así sucede con 'Los bichos de Sofía', enfrentamiento de insectos ñah’ñú contra un perro bajo lectura de calor; el 'Torito cuzco' se lanza contra los senos de un torso femenino figurado con tonos verdes y rojos. 'Mujer en calzones' es una fiesta de vida y muerte alrededor de una mujer en ropa interior, donde zonas calientes y frías dan visión de su termodinámica personal. Aquí la piel no aparece sino los rastros de calor propios del cuerpo captados por un aparato, como si se tratara de una forma contemporánea del Xipe Totec: Nuestro Señor el Desollado de las culturas originarias de México en pleno siglo XXI. El sentido sanguinario de todas estas situaciones es completado con una franja roja que recorre los muros de la galería con escurrimientos selectivos, accidentes controlados de pintura fuera de cuadro. El trabajo cuidadoso en la técnica se guarda dentro de las obras; la gestualidad pictórica se manifiesta en el montaje y acondicionamiento de las paredes que reciben los marcos.
En la entrada principal y el ala oriente del museo se ubican las impresiones digitales que no modifican la tónica visual. El manejo técnico de estas imágenes echa mano de un aspecto digital que preponderantemente se toma como defecto: el pixelaje. Una imagen digital está formada por millones de puntos, llamados pixeles, la unidad mínima de contenido informático en un archivo digital. Si una imagen es ampliada por computadora sin modificar la cantidad de pixeles que la compone, los puntos no solo comienzan a notarse sino que tienden a deformar la imagen, a eliminar la nitidez de las figuras y la calidad del color. Ehrenberg, llevando al extremo la ampliación de una imagen digital –como si estirase un textil para develar los hilos que componen el tejido- busca exhibir esos puntos mínimos a su máxima expresión, obligando a que la computadora muestre la separación que hay entre pixeles. Estos espacios en blanco, estas deformaciones de lo digital, las rayas y cuadrantes resultantes de una ampliación que la computadora no resiste, son los puntos informáticos más pequeños, ahí donde el procesador electrónico ya no alcanza a pensar. Esta es la gestualidad que consigue Ehrenberg en sus imágenes, haciendo convivir dichas deformaciones con la figuración electrónica de lo que antes pintó con acuarela: el imaginario de los bordados ñah’ñús producidos en Tenango, estado de Hidalgo.
Las Estampas Digitales abordan temas como la virgen de los matones a sueldo en 'María de los Sicarios': dos hombres muertos bajo la mirada de una Madonna renacentista de pechos al aire; 'Calacarmadillo y Tucán' son figuras que alrededor de la televisión asisten al asalto de dos manos ante un hombre armado; 'Manos vacías' muestra de nuevo la lectura térmica de dos palmas rodeadas de calaveras y gallitos de colores. El cuerpo sin piel, el calor como imagen. Cada impresión sobre vinil es motivo de palabras agolpadas para describir e interpretar que no caben aquí por abundantes. Basten las palabras del autor para dar una idea general: “Henos aquí todos juntos, envueltos en la complicada trama de violencias y confrontaciones que es México, salpicados por cada vez más sangre, atrapados en una escalofriante telaraña, fascinante en su complejidad, que de tantos nombres que le damos no tiene nombre.”
Una obra más, realizada específicamente para esta exposición: una videoinstalación con tema del recientemente incendiado Casino Royale en Monterrey, síntoma de la violencia de grupos organizados, impunidad empresarial, manipulación mediática, incapacidad gubernamental y tragedia ciudadana.
La contundencia en una obra de arte habita en la capacidad de mostrar que un artista tiene puestos los ojos en lo que sucede en el cotidiano para devolvernos, al gran público espectador de este mundo, imágenes que nos son comunes –por desgarradoras, terribles- para sacarnos de la neutralidad indiferente, habituada.
Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
9 de octubre 2011
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