El XV Salón de la Acuarela 2011 a debate.

Aspecto del XV Salón de la Acuarela 2011 en la sala Efraín Vargas, Casa de Cultura de Morelia.

“El color es el esfuerzo de las cosas para convertirse en luz.”
Gabriele d’Anunnzio

Se llevó a cabo la edición número 15 del Salón Estatal de la Acuarela, ubicada en la Arcada y sala Efraín Vargas de la Casa de Cultura de Morelia. Desde el 23 de septiembre pueden apreciarse las obras de diferentes calibres provenientes de diversas comunidades del Michoacán, tanto de artistas de comprobada trayectoria como de pintores y pintoras recientemente iniciadas en las diferentes técnicas de la pintura.
Desde la perspectiva de la política de estado respecto a la promoción de las artes, un certamen como este busca impulsar de manera incluyente el quehacer de las personas que vuelcan en una superficie blanca sus intereses y habilidades, sea que tengan una formación artística (académica, informal, autodidacta) o no. El currículum no es un criterio para la participación. La calidad de las propuestas no se mide tanto en el momento en que una persona inscribe una obra al concurso. Ésta es una tarea encomendada al jurado calificador, el cual sopesa los valores propios de cada propuesta en comparación con las demás para, finalmente, emitir un veredicto acerca de cuáles obras son destacables por su manejo técnico y carácter propositivo, que no necesariamente involucra el elemento de la novedad (sea temática, matérica o discursiva) sino de la inventiva e idoneidad en el manejo de la pintura con acuarela. En otras palabras, la contundencia de la forma y el mensaje.
Aquí cabe hacer énfasis en un punto particular: el certamen, originalmente impulsado por el pintor Nicolás de la Torre Calderón hace quince años, sienta base en el ejercicio de un medio pictórico particular: la acuarela. A partir de ahí, el carácter artístico, no solo de cada obra sino de la exposición en general, se establece de acuerdo a lo que cada participante proyecta en su propuesta. Ello nos permite comprender que si bien el Salón de la Acuarela generalmente es considerado como un concurso artístico, esto no es estrictamente así; lo que las obras delatan es el uso predominante de la técnica como un medio para la sensibilidad estética, y esto no es equiparable al ejercicio de un despliegue artístico: son dos cosas muy distintas aunque se encuentren relacionadas. El Salón está dedicado a una técnica que funge como común denominador de todas las propuestas; las diferencias se establecen en el uso que cada persona le da a la acuarela. Las obras seleccionadas para integrar la exposición son todas destacables por diferentes razones. El objetivo del jurado, contrario a lo que muchas personas pueden pensar, no se acerca siquiera a realizar un termómetro de la pintura en el estado; sino determinar, dentro de un universo concreto de obras propuestas, aquellas que se encuentran mejor consolidadas.
Desde la apertura de la exposición y premiación de obras ganadoras he recabado muchas opiniones que coinciden en que la mayoría de las pinturas en el Salón no tienen ningún mérito o sencillamente manifiestan un vacío de ideas. Incluso supe de viva voz que hubo quien opinó que lo mejor de toda la exposición era el texto introductorio a la muestra. No estoy de acuerdo. Comprendo que dichas opiniones puedan emitirse desde criterios de calidad muy altos o exigencias discursivas o simbólicas demasiado contemporáneas o conceptuales. Comprendo también que un público, tanto lego como docto, generalmente más entusiasmado por los medios electrónicos o a las artes de nuevas tecnologías, verán con desdén un concurso que involucra pinturas elaboradas con agua. Es necesario adquirir conciencia de que la dinámica que establece el Salón de la Acuarela, desde las características de su convocatoria, produce una exhibición que manifiesta valores culturales de la sociedad michoacana, no tanto una competencia artística intensa y de choque entre prácticas discursivas. Hay en el XV Salón de la Acuarela una convivencia entre artistas de trayectoria, estudiantes de arte y aficionados a la pintura. Insisto: es en las diferencias que cada persona da a los usos de su quehacer pictórico donde se establecen los criterios para que una obra sea premiada con una mención honorífica o un premio de adquisición. La lectura de la exposición en general tiene un valor cultural; los valores artísticos han de buscarse, en cambio, en la lectura individualizada de cada obra. Esto es especialmente importante al momento de valorar las obras que fueron premiadas. Si alguien reclama que el Salón no tenga un nivel artístico alto, entonces habría que discutir sobre cambiar los estatutos por los cuales se lleva a cabo el concurso, su vocación y gestión en general.
'Estipite', de Jorge Santiago Herrera

En la Arcada de la Casa de Cultura de Morelia se encuentran la mayoría de las acuarelas que componen la muestra. Predominan las escenas de paisaje, flores, frutas y animales, también ambientes del patrimonio colonial edificado y plazas públicas. Permanecen, como una constante en el ejercicio pictórico michoacano, las escenas costumbristas de mujeres indígenas, visiones de los espacios rurales. A todas estas obras me refiero cuando hablo de la pintura como un medio para la sensibilidad estética: personas que, fascinadas con el encanto de un ambiente o un momento, pintan aves en los árboles o volando alrededor de una de las cúpulas del Antiguo Convento del Carmen. Admiradas por la belleza de una ciudad colonial, figuran un rincón interior del claustro del Conservatorio de las Rosas (incluyendo la vegetación del jardín) o el estilo constructivo del estípite en la fachada de un templo moreliano. Imágenes en las que el realismo se yergue como el reto a conquistar, pintar la realidad de la forma más verosímil que la habilidad técnica permita.
'Tsunami' de Dionicio Pascoe

A este nivel, tal vez las obras que más delaten una intención simbólica que trasciende la mera figuración de un momento concreto –elemento clave para el surgimiento del carácter artístico- son los cuadros de Dionicio Pascoe ‘Tsunami’ y del promotor del certamen Nicolás de la Torre ‘Homenaje a Morelos’. El primero, acentuando la gestualidad de la pincelada (es decir, sacrificando el realismo de la representación) convierte el arroyo de una calle en un caudal acuoso que arrastra automóviles, casas y cuerpos desnudos: es la figuración paradójica con colores alegres y vivos de una tragedia ambiental que cobra vidas humanas, circunstancia que vemos aparecer en nuestro mundo con cada vez mayor frecuencia. El segundo, siguiendo el antecedente de sus predecesores que dedicaban sus obras a la figuración de los héroes nacionales, baña la escultura ecuestre de José María Morelos con flores que caen del cielo a manera de un prodigio de realismo mágico repleto de dulzura. Si los héroes nacionales no son una estirpe que siga reproduciéndose en nuestros tiempos, la lógica patriótica indica que resta seguir dando imagen a los próceres, que forman parte del pasado, a través de sus monumentos.
'Homenaje a Morelos' de Nicolás de la Torre Calderón

'Voló' de Luis Zarate
Premio de adquisición. 

En la Arcada se exhiben dos obras premiadas: con mención honorífica encontramos ‘Voló’ de Luis Zarate –imaginería de una mujer soltando una paloma blanca en pleno vuelo y un San Antonio de cabeza, visión elocuente de la soltería que se acaba con la libertad- y ‘Nataly’ de Raquel Medina con premio de adquisición. Esta última es un retrato frontal de una joven que sonríe sin tapujos, mostrándonos sus dientes alineados en ambas mandíbulas pero con un detalle que produce desconcierto –sensación de la que se auxilian frecuentemente algunos artistas para producir en el público un anclaje con la obra: una línea de frenillos colocados únicamente en los dientes superiores de la boca. Esta horizontalidad de los brackets acentúa la forma en que se elaboró la pintura: pinceladas horizontales a manera de bloques delimitados que en su gama tonal generan un efecto perceptual bien logrado: la totalidad de la imagen es diferente a la suma de sus partes, de la misma forma en que una sonrisa es mayor a la suma de sus dientes, máxime si estos se encuentran bien alineados.
'Nataly' de Raquel Medina
Premio de Adquisición.

'En este mundo... ¿aún existe la esperanza?' de Nadia Nucico

La sala Efraín Vargas concentra lo que podríamos llamar un núcleo de obras menos ingenuas. Pintores y pintoras con una presencia de mayor constancia en exposiciones y certámenes en el estado se dan cita para poner a la vista sus imágenes evocadoras. Si se busca en la exposición un reflejo del estado de inseguridad en nuestra sociedad, es en esta sala donde ha de mirarse. Rafael Nava presenta un cuerno de chivo con calaveras, marquesina y sangre en ‘AK-vron’. Nadia Nucico, con su particular técnica de composición saturada y figuración de coloridos complementarios, pregunta ‘En este mundo… ¿aún existe la Esperanza?’ Carlos Fernando Araiza, en ‘¿Te acuerdas de Haití?’ obliga a cuatro brazos soportar el encierro carcelario mientras intentan asir con sus manos un astro suspendido sobre una tierra abstracta. Finalmente, Juan Vázquez es premiado con una de sus obras abstractas. ‘Estructura para un sueño’ es una composición excéntrica de trazos tenues y cálidos con los que representa un contenido intransferible y abstracto como un episodio fuera de vigilia. Junto a éste, ‘Croquis de agua’ presenta la distribución de las aguas alrededor de formaciones de tierra o la filtración de un líquido entre cuerpos rígidos. La abstracción pictórica abre el rango de interpretación de la imagen, pero algo que queda claro es la consonancia que existe entre el título, la noción de fluido acuoso en la imagen y la técnica de la acuarela. Tres aspectos de la obra entrelazados que manifiestan una propuesta consolidada e idónea. Tal vez esta haya sido la razón por la cual se le otorgó el premio de adquisición.
'Estrutura para un sueño' de Juan Vázquez Salazar
Premio de Adquisición.

Es así que una lectura de la exposición en general y de las obras en particular denota valores culturales y dimensiones artísticas por separado. Juzgar el resultado del certamen como ‘pobre’ es una ingenuidad que no nos podemos permitir, de la misma forma en que celebrar la gran artisticidad de la exposición sería un ejercicio desmedido.

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
9 de octubre 2011

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