Plegaria muda. La violencia pública contra la casa.


“La guerra contemporánea estalló el orden, dinamitó las casas y explotó los cuerpos.”
Cuerpo de mujer: modelo para armar (2009), Sol Astrid Giraldo Escobar

Los tiempos presentes son violentos. Los que nos preceden, también. No hay nada el día de hoy que no haya germinado de lo que fue sembrado en el tiempo de antes. Si la gestación de lo que vivimos actualmente tuvo su desarrollo y llevó su tiempo, es previsible que la no violencia tarde también en establecerse: la solución jamás vendrá de tajo, por más que haya alguien que prometa que sí se hará así o la ofrezca como moneda de cambio. Mientras tanto el tiempo presente, que es el único que nos pertenece –a diferencia del pasado que ya se fue y del futuro que aún no viene, según dicen filósofos como Bergson en Francia o Xirau en México- será nuestro campo de vida y acción con todos sus avatares… sin olvidarnos de las delicias.
Contextos violentos como en Michoacán se comparten como circunstancia con otras latitudes del país y del mundo. El conflicto armado entre “narco” y gobierno, que involucra a quemarropa a la sociedad civil, se manifiesta todos los días en diferentes geografías. Recuerdo haber leído del periodista Heriberto Yépez que, puesto que la narco-cultura se generó en la frontera norte mexicana y ésta se esparció por otras regiones del territorio, “todas las urbes serán Juárez. Y luego serán Tijuana.” (Milenio semanal, 2/07/2011) Lo dice para dar una idea. A ello habría que agregar que no ha faltado la comparación de lo que sucede en nuestro país con el conflicto de violencia en Colombia en su historia reciente.
El conflicto nuestro y el colombiano son semejantes pero no equiparables. Personas de aquel país incluso relatan que no hacía falta ser militar, policía o narco para ser perseguido y morir, ir preso o ser “levantado”. Tampoco ser civil y ser parte de los “daños colaterales”, incluso los asesinos podían prescindir de un motivo real para dar muerte, como la venganza o el ajuste de cuentas. Los ataques, desapariciones y enfrentamientos se dieron incluso al azar; niños, adultos mayores, jóvenes, mujeres y hombres de todas condiciones y edad eran objetivos de tanta masacre.
“El conflicto arrancó toda seguridad, destrozó y desmembró los cuerpos matriciales, corroyó las familias, las desbarató en bandos, se tragó a los hijos, los convirtió en combatientes caprichosamente de uno u otro bando, separó las parejas, les robó su hábitat, sus lazos con la tierra, minó las redes sociales y comunitarias, hizo enemigos a los vecinos y espías a los amigos, les quitó la posibilidad de construir, instauró el silencio, les arrebató el futuro.” Palabras de Sol Astrid Giraldo en un ensayo con título La violencia pública (contra la casa) sobre la obra de Doris Salcedo, artista colombiana que actualmente expone la instalación Plegaria muda en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC)-UNAM, ciudad de México. Un conjunto de mesas del tamaño de un ataúd, superpuestas en la superficie y concentrando un cúmulo de tierra húmeda. Entre las tablas y minúsculos orificios de las mesas superiores –patas arriba- crece pasto, como pequeños mechones de cabello. Salcedo recurre al rescate de muebles abandonados en casas colombianas, interviniéndolas en algunas ocasiones, otras arreglando su distribución en un espacio expositivo dado. Giraldo cuenta lo que sigue.
“En las casas del actual conflicto nacional, abandonadas, sin dueños, esa función de centrar, unir, ordenar, delegada por la historia a las mujeres ya no se puede cumplir más. Si en aquella mitología […] el cuerpo-casa femenino recogía, ahora su ausencia opresiva en la obra de Doris Salcedo nos remite a un mundo donde todo está roto, descentrado, desmembrado. Colombia es hoy una casa viuda, donde sólo quedan las reliquias, los detritos, los fragmentos, donde aquél sueño del espacio doméstico femenino protector como tantos otros, se ha deshecho […] La casa, la centralidad, el orden, los cuerpos como unidad física y simbólica definitivamente han estallado.”
Plegaria muda en el MUAC extiende esta condición del hogar y su referencia a las mujeres para abarcar la variedad de cuerpos que desaparecieron sin rastro y que ya no tienen vida. La tierra que les envolvería se concentra en espacio intermedio de las mesas, el ambiente es frío y lapidario, hay comentarios del público que percibe que asemeja a un camposanto. El acomodo es irregular y hay que caminar por pasillos indicados por mesas puestas aquí y allá, todas en la misma dirección.
Salcedo en su texto de pared comparte que “Plegaria muda busca enfrentarnos al duelo represado y no elaborado, a la muerte violenta cuando es reducida a su total insignificancia y que forma parte de una realidad silenciada como estrategia de guerra. La muerte de cada joven genera, en palabras de Reyes Mate ‘una ausencia y cada ausencia demanda una responsabilidad con respecto a los ausentes’, ya que su única posibilidad de existir es dentro de nosotros, en el proceso mismo de elaboración del duelo.” Este atisbo de ritual funerario colectivo pretende evocar para la experiencia traumática que es la violencia y la muerte, una verdadera dimensión y así permitirle el reingreso a la esfera de lo humano, y que la vida prevalezca incluso en condiciones difíciles, tal como sucede con el pasto, frágil y constantemente procurado para garantizar su germinación y permanencia en la muestra.
En otras exposiciones el argumento también se dirige hacia el duelo y su conversión regenerativa para la memoria. En la galería Tate Modern Art de Londres realizó Shibboleth (2007-2008), una grieta en el suelo que abarcaba el edificio en su longitud. La gente caminaba sobre ella, e incluso esta intervención del edificio motivó la realización de otras obras por artistas que tomaban fotografía o incluso pintura, según contó en una conferencia de 2009 en el Centro Cultural Tlatelolco. Al terminar la instalación se recubrió la grieta con cemento para restaurar la lisura del suelo pero la galería Tate a partir de ahora contaría con una cicatriz. El trasfondo, en términos generales, tenía que ver con prácticas de exterminio de los países colonizadores hacia los colonizados. E Inglaterra fue, y es, un país colonizador. La instalación dispuesta ahí fue más que un gesto.
Hacer valer la memoria del dolor, recuperar del olvido la violencia y la experiencia que indeleblemente nos marca. Elaborar, reconocer, para vivir y cambiar pieza a pieza nuestra casa-cuerpo, resarcir los quebrantos del pasado para ser personas completas y colectividades memoriosas. Continuar la humanidad. Así en Michoacán como Ciudad Juárez, Torreón, Tijuana, Cuernavaca y tantos lugares más. El silencio ya no es opción, cada silencio es siempre la posibilidad de una palabra nueva, que hay por pronunciar.

Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio.
Diario Cambio de Michoacán.
7 de agosto 2011

Comentarios

  1. me emociona la obra de Salcedo, y me emocionó mucho tu texto también. Saludos.

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