Bitácora de la urbe. Olivia Rojo.
No es poco frecuente encontrar que nociones generales del arte indican que las obras de las y los artistas nos llevan a referencias por fuera de éstas. “¿Qué significa?” es una interrogante común. Con ello se entiende que una obra indica otra cosa que no es la obra misma. Si las pinturas, grabados, fotografías, coreografías y tantas otras modalidades son tomadas como signos, símbolos y metáforas, entonces la comprensión de obras particulares nos llevará por fuera de los límites de los objetos que nos lanzan “mensajes”. Pero no hay que perder en cuenta que hay quienes dirigen su trabajo artístico hacia la configuración de un objeto que trata de ser sí mismo. Esto es, que una pintura, por ejemplo, condensa reflexiones y afectividades que más que llevarnos hacia otras esferas exteriores a ésta, pretende localizarnos frente a una experiencia concentrada en lo que la obra constituye. La pregunta ya no es “¿qué significa?” sino “¿qué es esto?”. Una pintura, pero ¿qué más?
La muestra Bitácora Visual de Olivia Rojo, presente en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” desde el viernes 19 de agosto, representa en buena medida un ejercicio de estas características. En palabras de Ady Carrión, la propuesta de Rojo presenta el “resultado de un camino […] a través del cual las imágenes se van transformando a paso a paso, hasta converger en la obra como unidad conceptual.” Esto es, traer nuestra experiencia de los ambientes urbanos hacia el contacto con sus trabajos, donde la ciudad, sus personajes y lenguajes se encuentran codificados, y no en un sentido contrario. El reto consiste en asimilar la experiencia que la obra nos representa, no tanto la realidad de la cual “nos habla”, puesto que se trata de una cotidiana y común a todas y todos nosotros: la ciudad.
Ady Carrión, en el texto de pared en Bitácora Visual nos devela el procedimiento que Olivia Rojo sigue de forma general para los temas que trabaja. Inicia por recopilar imágenes, ya sea mediante tomas fotográficas en las calles o extracción de imágenes en libros o manuales, textos donde las ilustraciones describen sintéticamente acciones más o menos complejas. Continúa por recodificar los materiales recopilados, las fotografías se contrastan dramáticamente para sintetizar la imagen, eliminar buena parte de la riqueza del registro para conservar solo formas esenciales; para el caso de las ilustraciones, extrae textos explicativos e indicaciones, que para el caso son tomadas como accesorias; con ello el sentido original de la ilustración puede modificarse más fácilmente.
Llegado este punto, resta definir la manera en que dichas imágenes se trasladarán a la superficie de la tela o el papel. Plantillas de esténcil, proyección sobre el soporte para ser copiado o dibujado, calcas, trasferencias químicas, entre otros medios. “La propuesta se construye justamente por el sentido y las calidades de trasferencia de un contexto a otro.” Letras, indicaciones, esquemas geométricos, niños jugando, personas detenidas o caminando, sentadas en el suelo extendiendo sus extremidades; todo esto se combina con las texturas de los materiales, los colores superpuestos o independientes, la cera o el óleo que dan forma a las escenas donde no hay perspectiva, no se representan espacios con profundidad, no hay efectos realistas ni emulación de objetos. La pintura trata de ser sí misma, la serigrafía presenta una imagen que no es metáfora de otra cosa. Todo lo que hay por ver y comprender está ante nuestros ojos; acaso lo que resta por hacer es confrontar nuestra experiencia con lo que la mirada nos presenta.
En el extremo izquierdo de la salas superiores del MACAZ, un conjunto de seis cuadros pequeños representan sendos esquemas humanos que, reposando en una superficie, realizan estiramientos corporales acompañados por un conjunto de círculos organizados en diferentes formas. ¿Qué dicen estas pinturas más allá de un lenguaje corporal? Bueno, habría que hacer una segunda pregunta a manera de respuesta: ¿cómo confrontan estas pequeñas pinturas nuestra experiencia corporal cotidiana? Las imágenes pueden provenir de un libro de ejercicios, también de fotografías de alguien ejercitándose en el parque. La experiencia del cuerpo es personal. Cada quién sabrá hace cuánto no se ejercita mediante estiramientos, habitando en esta sociedad profundamente sendentaria.
Dos de estas figuras se repiten en un tríptico de mayores dimensiones al centro de la exposición. Una de las personas se toma el pie por encima del muslo izquierdo. ¿Es otro estiramiento? ¿O es esto ya un lenguaje pictórico que recuerda al Espinario? También hay letras que sugieren una ecuación, estructuras geométricas que sugieren edificaciones y dos manchas en las que pueden reconocerse aves. La imagen, aunque aparentemente bicromática, es cálida por los colores que subyacen al tono claro de la pintura al encausto. Las figuras humanas se acompañan por estos elementos también esquemáticos que bien pueden sugerir procesos de pensamiento. Como pista hay que recordar que una serigrafía de título Estructuras confronta, en ambos extremos del soporte, las ramas de un árbol con los trazos geométricos de volúmenes y plataformas que se identifican como edificios. La comprensión del mundo natural y la construcción del mundo artificial se encuentran mediadas, ambas, por el pensamiento humano.
Ello explica esquemas de geometría analítica presentes tanto en serigrafías como en pinturas. Círculos, elipses, triángulos y juegos de proporciones lineales acompañan figuras humanas, que incluso develan un juego de correspondencia que no esconden el humor. En una superficie grisácea, el esquema de un niño con saco y pantaloncillo juguetonamente levanta un gato por la cola. Geométrica y proporcionalmente, al otro extremo de la pintura el gato se levanta y toma por la cola al niño, el cual ya no sonríe; en cambio huye y se cubre el rostro con los brazos. Todo esto se acompaña de letras elaboradas con plantillas, cubos meticulosamente trazados en la pintura, al mismo tiempo que rayones gestuales cubren la parte superior de la composición. Hay un manejo delicado de la pintura y su aplicación, pero el plan concienzudo de cada cuadro convive con elementos expresivos que escapan a todo plan y dejan viajar sus trayectorias caprichosamente.
Incluso se manifiestan “tortuosas” relaciones entre pintora y pinturas. El grattage es una técnica pictórica consistente en rascar las superficies una vez seca la pintura. La tela queda al descubierto, las diferentes capas de color van cediendo unas sobre otras. El deterioro de la obra se incorpora a la factura de cada objeto, el “maltrato” de los frutos del trabajo es parte de la expresividad y el temperamento artístico. Pero es que basta mirar a las calles: los ambientes urbanos no son ajenos a un deterioro permanente. Y es así que la ciudad se trajo a la pintura. No es ésta última la que nos saca a la calle.
Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
21 de agosto 2011
Comentarios
Publicar un comentario