Guillermo Ruiz y la ELETD


Uno de los aspectos benéficos de las actuales celebraciones del centenario de la Revolución Mexicana son los esfuerzos específicos de investigadores e instituciones que aportan verdaderamente algo significativo a la reflexión del pasado, para aportar elementos al debate del presente. Dos esfuerzos, por ejemplo, provienen de museos que de alguna forma se relacionan con un personaje central de las artes en México del siglo XX: Diego Rivera. Este año se montó una exposición clave en el Museo Mural Diego Rivera titulada Los pioneros del muralismo, en la cual se revisó el papel de pintores tales como Roberto Montenegro, Fermín Revueltas, Gerardo Murillo, Fernando Leal, Ramón Alva de la Canal y el francés Jean Charlot -a quien se debe el término “renacimiento mexicano” al incipiente movimiento artístico a principios de siglo. Estos pintores sentaron la base de la práctica mural de la cual los Tres Grandes (Rivera, Orozco y Siqueiros) serían la consecuencia más visible. El catálogo de esta exposición es un referente básico para quien se interese en el estudio profundo de la práctica pictórica de inicios de siglo.
Otro ejercicio importante fue la confección de la muestra Guillermo Ruiz y la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa (1927-1942), del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, que ahora se exhibe en la sala 5 del Centro Cultural Clavijero, en Morelia. Su origen, de acuerdo con la curadora María Estela Duarte, vuela en el tiempo hacia 1990 con una exposición semejante a la de Los pioneros..., pero en el ramo de la escultura. Teresa del Conde, desde la Dirección de Artes Plásticas del INBA, tuteló el proyecto coordinado por Agustín Arriaga titulado Escuela mexicana de escultura. Maestros fundadores, exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes y que recuperaba la obra de Carlos Bracho, Federico Canessi, Ceferino Colinas, Luis Ortiz Monasterio y Guillermo Ruiz, entre otros.
Este último, particularmente, jugó un papel importante como escultor predilecto del presidente Lázaro Cárdenas del Río; varios de sus proyectos de escultura pública se encuentran en Michoacán de forma permantente, otras obras fueron elaboradas para colocarse en otros estados de México, e incluso recibió encargos de esculturas para obsequiarlas a otros países en nombre del gobierno federal. Todas tienen que ver con figuras de la historia nacional filtradas por un nacionalismo a ultranza.
La exposición Guillermo Ruiz y la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa es relevante por varios motivos. Un enfoque revela gráficamente la forma y el carácter que a la educación se le inyectó como un bien para el pueblo. Democratizar la soberanía nacional requería que toda persona recibiera una instrucción que le llevara al alfabetismo y, en el mejor de los casos, le dotara de un oficio. Durante la presidencia del Alvaro Obregón, a instancias de la Academia de San Carlos se fundaron las Escuelas de Pintura al Aire Libre (EPAL) por iniciativa del pintor y rector Alfredo Ramos Martínez. Un proyecto de educación artística popular de amplia envergadura que comenzó en los entonces alrededores de la ciudad de México, para extenderse a diferentes partes del país. La idea central consistía en estimular la natural inclinación de la “raza mexicana” hacia la belleza, hacia el ejercicio de las artes. Ya se veía en las artes populares y las expresiones estéticas del pueblo, en las obras de los pueblos indígenas del pasado. El sentir de los nacionalistas dispuso que a los niños asistentes a las EPAL se les otorgaran todos los materiales para pintar y un mínimo de instrucciones sobre procedimientos técnicos.
El gobierno del presidente Plutarco Elías Calles se concentró más en la educación técnica industrial, por lo que se fundó en 1927 la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, siendo su primer -y único- director Guillermo Ruiz. Éste había vuelto de Europa tras estar becado por el gobierno federal durante dos años. Recibía 50 pesos mensuales. Un libro como Diego de Montparnasse -Olivier Debroise- relata las penurias que vivían los artistas mexicanos en Europa, becados por la Secretaría de Educación Pública.
En la Escuela Libre de Escultura se inscribieron, en su apertura, 350 alumnos, la mayoría niños indígenas o hijos de obreros y mercaderes, principalmente de la plaza de La Merced, en la ciudad de México. Los talleres que se impartieron fueron: fundición, carpintería y talla en madera, talla en piedra, cerámica, juguetería, herrería y orfrebrería. Muchos de los resultados de dichos talleres se aprecian en la exposición: gatos sonrientes de volúmen embotellado, osos hormigueros, perros, simios, armadillos; en piedra o en metal aparecen hombres sobre caballos, generalitos, figuras femeninas y máscaras. Los muros de la sala muestran fotografías de niños morenos muy sonrientes posando junto con sus esculturas, teniendo como fondo las puertas de la Escuela, también exhibidas puesto que son tallas en madera y carpitería llevadas acabo por profesores y alumnos de la institución.
El periodo más floreciente de la Escuela Libre de Escultura terminó en 1932, cuando Ruiz se incorporó a la escultura de conmemoración histórica por encargo del presidente Cárdenas. Sus dilatadas ausencias enrrarecieron la ya candente discusión con sus colegas profesores; éstos protestaban la ininterrumpida gestión de Ruiz como director de la escuela, denunciaban que éste y otros profesores elaboraban obra personal con materiales de la institución y usando a los alumnos como ayudantes. Guillermo Ruiz informaba a sus superiores sobre los proyectos de obra pública en los que participaban profesores y estudiantes, sin embargo esas obras fueron firmadas sólo por Ruiz. Es el caso de monumentos como el de Zapata en Uruapan (1935), Las dolientes en Morelia (1932), teniendo en Pátzcuaro dos obras: Gertrudis Bocanegra en la plaza chica y Tangaxoan en la entrada del pueblo, ambas de 1937-38. De ésta última, Agustín Arteaga escribe en el catálogo: “es una gran escultura realizada en bronce que representa a uno de los últimos reyes tarascos que lucharon contra la conquista, por tanto un héroe local que representaba el nacionalismo, lo mejor con que contaban los pobladores originales de nuestras tierras […] Tangaxoan reunía los atributos que la nueva estética totalitarista requería, como era la utilización del desnudo […] la actitud y la posición de ataque con la cual el personaje se distingue como guerrero; y la fuerte estructura anatómica que exalta su virilidad y rudeza […] se convierte en el prototipo de hombre que el nuevo régimen debe producir.” Esta escultura, con su cuerpo de frente y cabeza mirando a su izquierda, da la cara al ocaso cada día, a la misma hora en que cae el sol a espaldas del Vasco de Quiroga de la plaza grande.
El final de la Escuela Libre de Escultura llega en 1942, año en que se transforma en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, de la cual se desprenden buena parte de los artistas contemporáneos mayores y emergentes del centro del país.

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
28 de noviembre 2010

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