Desplazamiento diagonal: NODO

Un ambiente artístico como el -ambiguamente- llamado “contemporáneo”, generalmente se encuentra habitado por los fantasmas de la teoría y el concepto. La sentimentalidad es desplazada por el intelecto, aunque las obras pretendan manifestar experiencias vitales o sociales. De esta manera, muchas exposiciones de arte contemporáneo (procesual, conceptual, o con el cambio de nombre por “prácticas artísticas” o “prácticas visuales”) resultan adversas -por sobre-teorizadas- para el público general, que es el que mayoritariamente hace uso de un museo.
Si la obra es abierta y no restringe la multiplicidad de significados para su recepción, entonces el público podemos hacer caso a nuestra experiencia de la obra, más allá de tratar de comprender los conceptos, ideas o experimentaciones que llevaron al artista a confeccionar su trabajo expuesto. Es una forma moderada de decir, más llanamente, que el público podemos pensar lo que queramos; o lo que el entendimiento e imaginación nos permitan, a partir de lo que presenciamos en una exposición como Nodo: Desplazamiento diagonal, de apertura reciente en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” (MACAZ).
Casi nada en la actual exposición está firmado o se acompaña de una cédula de identificación. Al contrario de la anterior muestra Nodo: Estado Periférico en el mismo museo hace dos años (sobrada de explicaciones curatoriales en cada obra), en Desplazamiento diagonal el colectivo optó por mantener fuera de vista la referencia a la personalidad del artista.
Algo particular para esta ocasión es que expositores-curadores han adelantado una respuesta para cuando el público nos preguntemos, ante la obra “¿y qué se entiende por arte?” En los diarios, textos electrónicos y en el texto de pared de la muestra han sido muy claros: “...entendemos el arte como un hacer y un pensar que de manera tenaz responde y vuleve a preguntar, nunca satisfecho con las respuestas, a las condiciones de una realidad presente, sólo un arte que desborda los espacios físicos y que se expande en movilidad más allá del terrorio, puede cabalmente ser considerado arte contemporáneo.”
El posicionamiento que aquí se realiza ubica los trabajos exhibidos en el contexto del objeto desarticulado, arte no-objetual, la obra como acción, lo que hay para ver es el proceso y no tanto el resultado; éste es tan solo una huella, registro, un soporte para conocer la obra, el mensaje. Como si lo expuesto fuera un recuerdo concreto del cual la memoria se sirve para reconstruir la experiencia pasada. No ocurre en todas las obras, sin embargo. Hay otras que se concentran en generar una experiencia en la sala, y esas sí que dependen de que la objetualidad para surtir su efecto. Es el caso para el árbol negro de Cristina Bustamante, pintado en la pared y sosteniendo en su parte media un gabinete: la casa de la pájara a la cual podemos espiar por un ojillo que nos muestra cómo se desabrocha el sostén en medio de muebles, lámparas, la cama, sus libros y películas. “Una referencia al Étant donné de Duchamp” le oí pronunciar a Andrea Silva respecto a este trabajo, pues el “dispositivo” recrea en la presencia del espectador el acto del voyeur, el mirón, espía morboso.
Otro caso semejante es el gráfico digital de Fernando García, que en un ordenador muestra la descomposición poligonal del espacio vacío de la galería del museo, mediante fotografías que muestran la duela, muros y techo con su iluminación en un ambiente de 360º sobre la pantalla.
Hay muchas obras “mediáticas”: el video es el soporte más concurrido para esta muestra. Nestor Jiménez presenta Vamos todos al infierno lalalaal!!!!, secuencia breve donde criaturas bailan y vuelan dentro de un bosque. La propuesta del título desactiva su perversidad al convertir el infierno en juego bailarín, divertimento infantil. La animación recurre a la fantasía, el desplazamiento diagonal en esta obra consiste en fugarse del mundo presente, aunque no a un mundo imaginario más agradable. El colectivo ARSGAMES muestra grabaciones realizadas con grupos en la interacción con videojuegos y experiencias de arte electrónico. En un cuarto oscuro se exhibe un ensamblaje de videos descargados del Internet, entre los cuales se encuentran secuencias de violencia en contextos juveniles, un viaje en auto, un concierto entre otras.
Victor Jiverd, por su parte, trabaja usualmente a través de la autorrepresentación en sus obras. En un video aparece manipulando un disco negro ante su rostro mientras tramas de puntos negros y blancos componen y descomponen su imagen. A los extremos de la pantalla se exhiben dos fotografías de gran formato: un disco blanco sobre la corteza de un árbol y otro negro sobre la textura de un muro de cemento. La asociación de blanco-negro con natural-construido, se combina con la formación de la imagen de Jiverd en la pantalla. Las personas somos híbridos naturales inventados, siempre en descomposición pero integrados. Y un poco más a los extremos, fotografías que muestran intervenciones urbanas con estos discos.
Se ha dicho, como publicó el periodista Carlos F. Márquez, que este proyecto propone un “ejercicio de desfase del arte, es decir, articular propuestas que no tengan su punto de enforque en un museo o galería, que la vinculación con la realidad trascienda lo inmediato para proyectarse hacia lugares más lejanos.” Ello complementa las palabras del grupo Nodo, que se propone “mostrar las posibilidades de relocalización del arte dentro y fuera el museo en diálogo con una realidad actual, en que se acercan los lugares más lejanos y las redes de conexión están cambiando los valores de la presencia por las virtudes de la accesibilidad.”
Poner esto en la mesa representa una paradoja, pues efectivamente, la persona que más obras presenta en Desplazamiento diagonal, es el más ausente: Jesús Jiménez, quien se encuentra fuera de Michoacán, coordinandose con el colectivo por larga distancia, comunicándose con el editor de La Jornada Michoacán para producir una obra que utilice como soporte un diario a exhibirse en una vitrina del museo. Dos series fotográficas, un dibujo y un vinil que reza “Haz de tu vida una obra de arte” son el corpus de su presencia en Nodo. Obras que, eso sí, están plenamente identificadas con cédulas a petición del autor.
Ello contrasta radicalmente con la experiencia que se vivió, durante la inauguración, en un cuarto oscuro, cubierto el suelo de hojas secas y un proyector al centro. El acontecimiento de la verdad de Ricardo Zambrano fue, por unas horas, una obra “de cuerpo presente”. Estuvo durante unas horas para recibir al público e incitarlas a tomar parte dentro del montaje: un proyector iluminaba, con una imagen del follaje de un bosque, un conjunto de hojas blancas que incluyen instrucciones sobre cómo apropiarse de las esencias de las cosas (en este caso un árbol), bajo algunas consideraciones de la filosofía heideggeriana. Tomar una hoja del montón produjo que las personas que pasamos por la obra terminaramos con algo entre las manos, algo más que una idea: un soporte para recordar la experiencia.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
5 de diciembre 2010
Si la obra es abierta y no restringe la multiplicidad de significados para su recepción, entonces el público podemos hacer caso a nuestra experiencia de la obra, más allá de tratar de comprender los conceptos, ideas o experimentaciones que llevaron al artista a confeccionar su trabajo expuesto. Es una forma moderada de decir, más llanamente, que el público podemos pensar lo que queramos; o lo que el entendimiento e imaginación nos permitan, a partir de lo que presenciamos en una exposición como Nodo: Desplazamiento diagonal, de apertura reciente en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” (MACAZ).
Casi nada en la actual exposición está firmado o se acompaña de una cédula de identificación. Al contrario de la anterior muestra Nodo: Estado Periférico en el mismo museo hace dos años (sobrada de explicaciones curatoriales en cada obra), en Desplazamiento diagonal el colectivo optó por mantener fuera de vista la referencia a la personalidad del artista.
Algo particular para esta ocasión es que expositores-curadores han adelantado una respuesta para cuando el público nos preguntemos, ante la obra “¿y qué se entiende por arte?” En los diarios, textos electrónicos y en el texto de pared de la muestra han sido muy claros: “...entendemos el arte como un hacer y un pensar que de manera tenaz responde y vuleve a preguntar, nunca satisfecho con las respuestas, a las condiciones de una realidad presente, sólo un arte que desborda los espacios físicos y que se expande en movilidad más allá del terrorio, puede cabalmente ser considerado arte contemporáneo.”
El posicionamiento que aquí se realiza ubica los trabajos exhibidos en el contexto del objeto desarticulado, arte no-objetual, la obra como acción, lo que hay para ver es el proceso y no tanto el resultado; éste es tan solo una huella, registro, un soporte para conocer la obra, el mensaje. Como si lo expuesto fuera un recuerdo concreto del cual la memoria se sirve para reconstruir la experiencia pasada. No ocurre en todas las obras, sin embargo. Hay otras que se concentran en generar una experiencia en la sala, y esas sí que dependen de que la objetualidad para surtir su efecto. Es el caso para el árbol negro de Cristina Bustamante, pintado en la pared y sosteniendo en su parte media un gabinete: la casa de la pájara a la cual podemos espiar por un ojillo que nos muestra cómo se desabrocha el sostén en medio de muebles, lámparas, la cama, sus libros y películas. “Una referencia al Étant donné de Duchamp” le oí pronunciar a Andrea Silva respecto a este trabajo, pues el “dispositivo” recrea en la presencia del espectador el acto del voyeur, el mirón, espía morboso.
Otro caso semejante es el gráfico digital de Fernando García, que en un ordenador muestra la descomposición poligonal del espacio vacío de la galería del museo, mediante fotografías que muestran la duela, muros y techo con su iluminación en un ambiente de 360º sobre la pantalla.
Hay muchas obras “mediáticas”: el video es el soporte más concurrido para esta muestra. Nestor Jiménez presenta Vamos todos al infierno lalalaal!!!!, secuencia breve donde criaturas bailan y vuelan dentro de un bosque. La propuesta del título desactiva su perversidad al convertir el infierno en juego bailarín, divertimento infantil. La animación recurre a la fantasía, el desplazamiento diagonal en esta obra consiste en fugarse del mundo presente, aunque no a un mundo imaginario más agradable. El colectivo ARSGAMES muestra grabaciones realizadas con grupos en la interacción con videojuegos y experiencias de arte electrónico. En un cuarto oscuro se exhibe un ensamblaje de videos descargados del Internet, entre los cuales se encuentran secuencias de violencia en contextos juveniles, un viaje en auto, un concierto entre otras.
Victor Jiverd, por su parte, trabaja usualmente a través de la autorrepresentación en sus obras. En un video aparece manipulando un disco negro ante su rostro mientras tramas de puntos negros y blancos componen y descomponen su imagen. A los extremos de la pantalla se exhiben dos fotografías de gran formato: un disco blanco sobre la corteza de un árbol y otro negro sobre la textura de un muro de cemento. La asociación de blanco-negro con natural-construido, se combina con la formación de la imagen de Jiverd en la pantalla. Las personas somos híbridos naturales inventados, siempre en descomposición pero integrados. Y un poco más a los extremos, fotografías que muestran intervenciones urbanas con estos discos.
Se ha dicho, como publicó el periodista Carlos F. Márquez, que este proyecto propone un “ejercicio de desfase del arte, es decir, articular propuestas que no tengan su punto de enforque en un museo o galería, que la vinculación con la realidad trascienda lo inmediato para proyectarse hacia lugares más lejanos.” Ello complementa las palabras del grupo Nodo, que se propone “mostrar las posibilidades de relocalización del arte dentro y fuera el museo en diálogo con una realidad actual, en que se acercan los lugares más lejanos y las redes de conexión están cambiando los valores de la presencia por las virtudes de la accesibilidad.”
Poner esto en la mesa representa una paradoja, pues efectivamente, la persona que más obras presenta en Desplazamiento diagonal, es el más ausente: Jesús Jiménez, quien se encuentra fuera de Michoacán, coordinandose con el colectivo por larga distancia, comunicándose con el editor de La Jornada Michoacán para producir una obra que utilice como soporte un diario a exhibirse en una vitrina del museo. Dos series fotográficas, un dibujo y un vinil que reza “Haz de tu vida una obra de arte” son el corpus de su presencia en Nodo. Obras que, eso sí, están plenamente identificadas con cédulas a petición del autor.
Ello contrasta radicalmente con la experiencia que se vivió, durante la inauguración, en un cuarto oscuro, cubierto el suelo de hojas secas y un proyector al centro. El acontecimiento de la verdad de Ricardo Zambrano fue, por unas horas, una obra “de cuerpo presente”. Estuvo durante unas horas para recibir al público e incitarlas a tomar parte dentro del montaje: un proyector iluminaba, con una imagen del follaje de un bosque, un conjunto de hojas blancas que incluyen instrucciones sobre cómo apropiarse de las esencias de las cosas (en este caso un árbol), bajo algunas consideraciones de la filosofía heideggeriana. Tomar una hoja del montón produjo que las personas que pasamos por la obra terminaramos con algo entre las manos, algo más que una idea: un soporte para recordar la experiencia.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
5 de diciembre 2010
..hombre, vaya lectura! ..gracias por tratar de ir un poco mas a fondo en los trabajos ..y es que cuanta falta hace ..saludos
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