Opiniones imprecisas ¿Sumisión o sometimiento?

Vista aérea de Palabra de fuego. A la derecha, retrato de Santiago Sierra.
En nuestro país la palabra “artista” se aplica a personas y ocupaciones disímiles. Artistas son las personas que hacen “obras” y que exponen en museos o galerías. También se les llama así a compositores e intérpretes instrumentistas y cantantes. Sin tapujos, también es aplicado dicho título a los actores y actrices que de igual manera participan en obras de teatro y telenovelas. A escritores y escritoras usualmente no se les designa usualmente como “artistas” (aunque lo sean); se les designa sencillamente “escritor”, “escritora”. Pero en cualquier caso, se les atribuye el carácter de “intelectuales” en la medida que aprehenden elementos del imaginario humano o la realidad y la traducen en “obras”, las cuales son consumidas por un público, recreando en esa recepción la dinámica humana del sentir y el pensar.
Intelectuales o no, hay “artistas” que opinan libremente sobre las circunstancias del mundo. El pasado jueves 20 de mayo, el cantaor español Diego el Cigala ofreció una conferencia de prensa donde anunciaba los próximos conciertos que interpretará en la ciudad de México. Durante el acto, opinó sobre un aspecto de la realidad mexicana actual que a quien esto escribe dejó perplejo. “Creo que los narcotraficantes y criminales mexicanos deberían escuchar mucha música clásica, como el Requiem de Mozart, toda la obra de Beethoven y Mahler, así como piezas de Camarón de la Isla, Paco de Lucía y cualquier cosa que les sirva para sensibilizarlos un poco y no cometan tantas atrocidades.”
Reconozcamos que la intención del “artista” es buena, pero no es suficiente. Creer que la “alta cultura” sensibilizará a delincuentes y narcotraficantes, de manera que la criminalidad en México disminuirá y la gravedad de los crímenes aminorará, es una ingenuidad. Para empezar, porque por “alta cultura” se está entendiendo la cultura europea: de nuevo aparece la idea que sostiene que Europa y sus producciones culturales civilizarán a la salvaje Latinoamérica. El pensamiento colonial a todo lo que da. Por otra parte, habría que apuntar que el narcotráfico, junto con toda la dinámica social y política que genera a su alrededor y que es identificada como “perniciosa”, produce un modelo de consumo y modo de vida basado en la acumulación de capitales que se compara con la de los grandes empresarios “legales” y en funciones: una vida económicamente holgada, viajes exclusivos, opulencia, reconocimiento público. Incluso hay colecciones de arte que –según rumores- se han formado a partir de negocios “turbios”. Por ejemplo, la colección que hoy día resguarda la Pinacoteca Universitaria de la Universidad de Colima.
Escuchar al Cigala opinar de forma tan despreocupada me recordó el año de 2003, cuando la invasión a Irak por parte de las fuerzas militares de Inglaterra, España y Estados Unidos. En ese tiempo, el multifacético Miguel Bosé fue entrevistado en torno al tema y su opinión quedó grabada en la memoria: “España no debería ir a Irak, no estoy de acuerdo. El gobierno debe escuchar al pueblo. Yo pago mis impuestos y por eso el gobierno está obligado a escuchar y atender a quienes nos oponemos a esta guerra.” Estas no son las palabras exactas que utilizó –y tal vez el mismo Bosé utilizaría diferentes argumentos hoy día, a 7 años de distancia-, pero lo que resalto es el argumento acerca de los impuestos y la obediencia del gobierno para quien los paga.
La ciudadanía es algo independiente a los compromisos y responsabilidades fiscales. No es algo que se le niega a quien no esté dado de alta en Hacienda. No es más o menos ciudadano quien evade impuestos o quien los cumple. La voluntad popular ciudadana es una voz que cualquier gobierno debe sopesar a pesar de bajas recaudaciones hacendarias y constantes ajustes del ISR y el IVA. Por ello, el argumento fiscal es inútil e ingenuo cuando se trata de manifestarse políticamente desde la ciudadanía y hacia las acciones de un gobierno, cualquier gobierno. La opinión de Bosé sólo es un pretexto para hablar de un argumento ampliamente difundido en las ciudadanías de todos los países y que sólo manifiesta irreflexividad, incluso entre los más “artistas” o “intelectuales”.
En este juego de opiniones que personalidades españolas ejercen sobre lo que a sus ojos sucede en el mundo, se ubica el caso de Santiago Sierra y su participación el Proyecto Juárez con la obra Palabra de fuego que realizó en Ciudad Juárez en el 2007. Dicha obra constaba de ocho letras de 15 metros cada una, cavadas en el suelo y que formaron la palabra SUMISIÓN. Al interior de cada letra, formada por una cubierta de cemento, se introduciría combustible cuya quema duraría aproximadamente 30 minutos el 24 de marzo de ese año, bajo la intención de formar una inmensa palabra ardiente que pudiera apreciarse in situ y mediante transmisión en vivo desde la página electrónica de Sierra (www.santiago-sierra.com). El encendido de Palabra de fuego se frustró por la intervención del gobierno de Ciudad Juárez y el Gobierno del Estado de Chihuahua bajo el argumento de que el acto sería riesgoso y que la combustión provocaría niveles de contaminación fuera de lo permisible. Palacio Negro (la ONG responsable del Proyecto Juárez) y Santiago Sierra consideraron la prohibición por parte de las autoridades como un acto de censura al haber contado desde un principio con los permisos requeridos por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología y demás trámites.
Aunque la combustión de Palabra de fuego no fue realizada, Sierra comentó: “me queda el orgullo de haber tenido la palabra SUMISION excavada en la tierra de Anapra desde Octubre hasta el día de hoy, o sea, cinco meses. En esos cinco meses ha sido vista por cada avión aterrizado en El Paso y por los obreros y automovilistas de la nueva carretera de nombre borbónico construida por el gobierno local. En realidad la corrección de la censura
fue muy oportuna. La SUMISIÓN no arde porque las autoridades lo impiden. La SUMISIÓN se parece más a lo que tuvimos desde octubre. Letras cavadas como fosas en la tierra de Anapra.”
El puerto de Anapra es uno de los primeros y más grandes asentamientos irregulares de Ciudad Juárez. En 1974, un grupo de personas guiadas por unos maestros invadieron 20 hectáreas de ese territorio. Desde entonces, la instalación de servicios públicos como agua potable, electricidad y pavimentación ha sido una lucha constante para los vecinos. La vida en este barrio está marcada por hogares pobres y desintegrados, con la presencia de migrantes de toda la República mexicana que acuden a trabajar a las maquilas o como vendedores ambulantes. La zona es conocida también por las incursiones de fuerzas policiales norteamericanas sobre suelo mexicano para aprehender delincuentes y por el envenenamiento en sangre de niños a causa del plomo producida por la fundidora norteamericana ASARCO, provocando casos de malformaciones, anencefalia y males respiratorios en la población.
Para Santiago Sierra, Anapra “es un lugar paradigmático para comprender el capitalismo universalizado y salvaje de hoy y también del que se nos viene encima. Arriba patronos, consumidores y trabajadores aterrados y debajo de la frontera trabajadores aterrados y capataces sordos y crueles. Es el nuevo orden mundial establecido por traficantes de armas, de energía, de gentes, y de todo lo demás. Anapra es un infierno urbano habitado por trabajadores inmigrantes al que se llama dormitorio de maquiladoras, alli vive gente que
no logró cruzar. Allí vive la frustración y la explotación generada por este régimen absurdo para el hombre y glorioso para el beneficio.
“La SUMISION indica una posición en la escala vertical del poder, habla de los que están abajo, y por ende de los que pacen arriba. Quienes en Juárez están abajo lo están profunda e irremediablemente. En Juárez la ignominia a la clase obrera es tal que no importa la muerte de cientos de mujeres trabajadoras, o el nacimiento de niños sin cerebro por el plomo mortal de
las factorías, ninguna atrocidad importa si sirve para mantener el status quo.” Para Sierra, SUMISIÓN “es una mierda de palabra, solo quería quemarla. Quienes viven de ella prefieren mantenerla a la sombra de sus cajas fuertes.”
Habría que preguntarle a l@s juarenses si acuerdan con Sierra que la sumisión es el elemento simbólico rector de la realidad que vive la ciudad en cuanto a daños a la salud, violencia, feminicidios e injusticias. El proyecto puede parecer interesante y propositivo, pero se centra más en la actitud pasiva del vejado que en la activa del victimario: el sometimiento.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
28 de mayo 2010
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