El reflejo del cambio. Retratos de Elsa Escamilla.


Elsa Escamilla, orgullosamente originaria de San Juan Teotihuacan, presenta la exposición Metamorfosis, ubicada en la escuela de fotografía Fábrica de Imágenes. Esta escuela pronto cumplirá 10 años de actividades, y desde sus inicios Elsa ha participado como profesora y gestora. Por sus clases y talleres ha desfilado buena parte de las generaciones jóvenes de fotógraf@s en este estado. Considerar su actividad fotográfica adquiere relevancia, pues pone a la vista el trabajo propio de una persona que interviene en los procesos creativos de much@s otr@s.
Poseedora de un “indomable optimismo” y una franca “tendencia a defender las causas perdidas”, en palabras de Gabriela Rábago Palafox, Elsa ha puesto pie en varios escenarios determinantes para su propia formación y la estructuración de los medios de circulación de fotografía en México: el Centro de Estudios Cinematográficos donde se incorpora al oficio de producir imágenes; el taller de Alberto Parodi, que devendría en el Club Fotográfico de México, una de las primeras instituciones en formalizar la enseñanza de la fotografía, contraponiéndose a la capacitación en los estudios privados mediante la asistencia a “los Maestros”. Ha sido compañera de aventuras fotográficas con Yolanda Andrade; tuvo una proximidad significativa con Lola Álvarez Bravo, con quien coincidió en la sencillez de las imágenes, en la posibilidad de encontrar una foto en todo lugar y momento, en la dificultad de hacer un retrato a menos que se conozca a quien se retrate, de la importancia del vínculo y el momento de identificación mutua en la foto definitiva. En buena parte, los retratos de esta exposición representan la actitud de l@s modelos no sólo frente a la cámara, sino frente a Elsa Escamilla que conversa detrás de la mirilla, merodeando y acomodando las luces en el set.
En la presentación de la muestra fue significativo que al frente del auditorio se encontraran Escamilla y Claudia Negrete, ésta última doctora en Historia del Arte, realizadora de dos investigaciones relevantes para el caso: la más reciente fue el trabajo doctoral sobre el fotógrafo y cineasta Alex Phillips, de quien Elsa llegó a ser asistente; “una de sus últimas alumnas” pudo compartirme Negrete. De este contacto Escamilla aprendería el valor de la iluminación y los claroscuros en las tomas. La segunda investigación, iniciada por Negrete desde sus estudios de licenciatura -y que resultaría en una publicación, varios artículos en revistas nacionales de fotografía y una exposición- sobre los Hermanos Valleto, una compañía de fotógrafos activos desde finales de siglo XIX que dedicaron su estudio a la producción de retratos para tarjetas de visita. Tal como sucede en el caso de las fotografías de Cruces y Campa, y algunas otras de los Hermanos Casasola –célebres por su fondo de imágenes sobre la Revolución Mexicana- la producción de los Valleto puede tomarse como testimonio de los grupos que conformaban la sociedad de este país antes del cambio de siglo.
Personalmente reconozco el entusiasmo con que Elsa mira los retratos de los Valleto, y el ejercicio fotográfico de captar la diversidad social que nos rodea parece ser un interés común entre aquellos hermanos que vivieron entresiglos y la obra actual de Escamilla.
Esta noción que lee las obras de Metamorfosis como un mapa social, una descripción visual y objetiva de la diversidad en l@s jóvenes de nuestra sociedad, resulta fundamental a Claudia Negrete. “En esta ocasión el retrato se subordina a una intención documental, en la que la autora se propone abordar el proceso de construcción y transformación de las identidades juveniles, atendiendo a los discursos y deseos de sus fotografiados.”
Es cierto que las imágenes muestran con detalle ese andamio construido alrededor de la personalidad: gestos, actitudes, ideologías manifiestas. “Signos externos como la indumentaria, el peinado, el tatuaje y el maquillaje parecen conformar la puesta en escena de una individualidad.” Pero no hay que olvidar que quienes aparecen retratad@s se afirman desde la autenticidad, se muestran como quieren porque quieren ser si mism@s; ese “andamio” no sólo es apariencia sino parte inseparable de la personalidad y los deseos más íntimos. Hay algo en estas fotos que trasciende el interés documental. La fotógrafa miró mucho más que sólo rasgos sociales. Por ello no parece válido afirmar que el tema de esta exposición son las “tribus urbanas”.
Tal vez Carolina es la pieza que más delata la estética cinematográfica que hereda Elsa para el retrato fijo. Aparece sentada sobre una tela suavemente ondulada, apoyada sobre una de sus manos y mirando con ojos tensos al frente; una suerte de combinación de Marilyn Monroe y Elvira “La reina oscura”; una muy joven María Félix de botas de plataforma, vestido negro corto, medias de red, la mirada aguda con la contribución de un grueso delineado, el fleco sombreando su frente, el semblante dibujado por las sombras que rodean la mejilla, un crucifijo pende entre las curvas del pecho.
El género de la fotografía de farándula aquí aparece respetando una tácita consigna de los retratos clásicos de actores y actrices propios de la Época de Oro, tanto norteamericana como mexicana: retratar el gesto actuante, fotografiar las pasiones interpretadas por aquell@s “artistas”, encarnar una identidad más que simularla. Carolina comparte en su ficha: “No pertenezco a ningún grupo. Ahora me encanta vestirme así porque me hace sentir bien y es una manifestación de mi identidad.” Ella decide su aspecto, construye una apariencia adecuada a su sentir, y en esa encarnación de la identidad propia Carolina pasó por la cámara de Escamilla. La mirada de la segunda potenció el ímpetu de “manifestación” de la primera.
Las fichas representan una novedad pues no son técnicas. En ellas se puede leer la opinión de cada modelo sobre cosas varias: sus ideas sobre la juventud, la cantidad de sus perforaciones, sus tatuajes, su sentido y justificación; gustos, ideales, motivos de depresión (como no poder estudiar fotografía, en el caso de Lucy), espiritualidades (Preso se incluye en el movimiento Rastafari). El retrato de Martí le muestra sentado, muy sereno pero con las cejas contraídas. En su ficha explica que le da tristeza que ya nadie respete el Rock n’ Roll. Es la viva imagen de una persona sentidamente preocupada.
Buscando retratar a la juventud en sus procesos de cambio, en sus transiciones identitarias, Elsa encontró que la Metamorfosis de este proyecto en realidad residía en ella. En sus propias palabras, la exposición debió llamarse “Mi propia Metamorfosis”. La mirada de nosotr@s frente a su cámara se le volvió reflejo de su propia transformación: la profesora que hoy busca revelarse como fotógrafa, la mujer que largamente buscó su centro y vocación, la rebelde del cuarto oscuro que hoy responde a los guiños de los medios digitales, la observadora que buscando en sus fotos la imagen de otr@ se encontró con un par de ojos mirándola.

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
14 de febrero 2010

Comentarios

  1. Mi querida maestra Elsa Escamilla, quien me hizo descubrir la esencia de tomar una fotografía...

    Leticia Nicolás.

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