La histeria sin metamorfosis

La exposición Histerismosis conjunta la obra de Desmond Ray Ramírez y Jorge Alberto Ortega con un reconocido sentido de unidad entre dos puntos de vista artísticos independientes pero contiguos. Tanto las obras que habitan los muros como la instalación al centro del circuito de la muestra, se suspenden en una convivencia estridente pero acompasada. Composiciones embutidas, enérgicas contorsiones y escorsos, siniestras deformaciones y exhibiciones del exceso. Es la “decadencia de la sociedad actual” a la que alude la prensa diaria al considerar estas obras como un síntoma.
Pero esto es un lugar común. “La decadencia de la sociedad actual” se viene “criticando” en los medios artísticos desde el siglo XVIII, pero si queremos un referente del siglo veinte, encontraremos a la corriente Pop como presencia ineludible. Los autores de las piezas exhibidas se apropian de algunas estrategias de dicha corriente –que bien identifican sendos autores de las cédulas de introducción- como son la saturación de colores, las composiciones abigarradas, la estetización de lo popular, el uso de técnicas simples (tijera, papel y pegamento con colores) el dibujo estilizado característico del cómic y el manejo de elementos de consumo. Es decir, estrategias que pretenden ser comunes tanto para los autores como para público en general, especialistas incluidos.
Sin embargo, la distancia que los expositores mantienen con el Pop de los años cincuenta no sólo se mide con calendarios y geografías, sino también en el tono de las obras. No son imágenes complacientes de sonrisas desencajadas y delirantes propias de la exaltación de las apariencias, la pintura del chalet con alberca, la sopa Campbell’s de Warhol o las coqueterías y dramas de las chicas de Roy Lichtenstein. Ray Ramírez y Ortega presentan otro episodio de esa historia de tribulaciones que ha sido la búsqueda del cuerpo perfecto, el bienestar personal, el placer fácil y el mundo en venta.
Alguna vez en conversación con Jorge Ortega, salió a tema la afinidad entre ciertos rasgos de su obra y el modo de caricaturización presente en ciertas obras murales (y de caballete) de José Clemente Orozco. La obra de Jorge ha manifestado un cierto arraigo o necesidad de relacionarse con los antecedentes del arte moderno y contemporáneo en México. Bam -3+ muestra esta tendencia pictórica de gruesos contornos, evidencia de ciertos elementos compuestos a partir de dibujo académico (como el sujeto que, de cabeza, afiladamente sonríe) a la par del uso de colores y texturas opacos y oscuros. Escorsos que dan profundidad a los cuerpos amontonados sobre el suelo. No todas las obras de Ortega tienen este mismo carácter: la obra contigua, Ellos sufren, elimina la profundidad y se vuelve un mosaico plano y comprimido de rostros que en su conjunto retratan una imagen elocuente de la “angustia colectiva”.
La referencia a la pintura de Orozco (tómense como ejemplo los murales en el Colegio de San Ildefonso) es una estrategia de forma, no de contenido. En estas obras ya no está en juego la construcción de un discurso nacional que constituyó al Estado mexicano a principios del siglo XX, y en el cual los muralistas y otros artistas participaron, fuera a favor o en contra. Aquí lo exhibido no corresponde al control de ideólogos, intelectuales o políticos; aquí se trata de mostrar la tierra de nadie: la histeria colectiva, la neurosis multitudinaria, esquizofrenia de las masas en la cual el todo está compuesto por partes: seres individuales trastocados psicológicamente y transformados en Los temores o en los personajes de Las consecuencias.
Hay pinturas en las que el fondo no existe. Toda la superficie se encuentra habitada, todo es una yuxtaposición de figuras y seres que parecieran disputarse con violencia el sitio del primer plano. Perros comiendo carne fresca, una mujer grita mientras un sujeto con cara de luchador la abraza con fuerza por la espalda e introduce sus manos gruesas en su blusa, cráneos, rostros contorsionados que muestran todos sus dientes con los ceños mucho más que meramente fruncidos, mujeres de labios carnosos donde la firma del pintor es el tatuaje que éstas llevan en sus brazos. Esta es la histeria que se quiere y se logró retratar. El tono apocalíptico no se esconde.
Desmond Ray Ramírez trabaja la pintura de forma semejante pero, a diferencia de Ortega, amplía sus medios recurriendo al collage, lo que le permite la integración de muchos elementos gráficos. O.P.P.D? es una imagen compleja, podríamos decir, sobre el adormecimiento mental. En el cerebro pintado se ve la frase “¿otra pastilla para dormir y soñar en blanco y negro?”. Las hojas del fondo de la composición corresponden al capítulo dos de algún libro, con el tema “La conducta de los consumidores y la demanda del mercado.” Estas hojas, herederas del espíritu de la “Era de los manuales” que proliferó en el último tercio del siglo XX, reaparecen en el marco de otra de sus obras: Cervicana. El cuerpo hecho trapos de una mujer ocupa el extremo derecho de la composición, que es muy horizontal. La espina dorsal le separa de la cabeza, ya en el extremo izquierdo, que mira hacia arriba mientras un brazo sostiene firme el índice que indica una dirección. Acaso será que aquí se refleja la aspiración nacida en las sociedades contemporáneas, donde las mujeres habrán de seguir la norma de la persecución de la belleza hasta el punto del desmembramiento, la implosión y deformación de sus cuerpos, al grado de convertirse en hurracas con el copete de la sedosa cabellera colgando en el pico, la hilera de los dientes corriendo de la boca y saliendo por los labios hasta la garganta; con la sonrisa de la felicidad, y al fin la belleza, por ningún lado. Gold mine, Oh, beautiful y otras tres obras de Desmond aventuran resultados de semejantes imposiciones.
No hay que perder de vista el carácter catastrofista un poco “sobrado” que impera en la obra. Habría que recordar que Histerismosis es un término -construido para esta exposición- que reúne las nociones de histeria y metamorfosis. Juan Mariano Paul Aguilar apunta al inicio de la exposición que “toda crisis está acompañada de una visión retrospectiva situada hacia lo que se pretende superar y otra prospectiva orientada hacia el futuro deseado.” Desde esta perspectiva, a la opinión que aquí escribe le parece que la obra de Ortega y Ramírez presentan la visión retrospectiva de esa crisis psicosocial a la que aluden sus contenidos: no presentan la transformación del estado de angustia colectiva en la superación por un estado madurado y sublimado; presentan la histeria social en sí, a punto de la metamorfosis, pero sin ella.
Erandi Ávalos apunta que la obra exhibida muestra “lo que nadie quiere ver, lo que todos temen vivir y que sin embargo es necesario experimentar para trascender. O, si no es nuestro caso particular, nos invita a empatizar con quienes se encuentran en este punto transformador donde cada cual decide si se queda en ese plano infernal, o si se sublima a sí mismo a través de su propio sufrimiento.” Ello aplica para artistas con sentido crítico, adolescentes en busca de identidad, jóvenes mayores con angustia existencial, familias fragmentadas por dolores invivibles, parejas desabrazadas y naciones sobre las cuales pende la espada de la explosión social.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
24 de enero 2010
Interesante el drama que puede tener la pintura.
ResponderEliminar¡Está muy bueno y completo el blog!
¡saludos!