¿Educación artística o educación estética?
En los pasados días 14, 15 y 16 se realizó un foro de participación ciudadana e institucional que, esperemos para bien, dará la base para la conformación de un sistema estatal de educación artística que busca, en palabras de sus promotores, elevar la calidad y ampliar la cobertura de dicha educación en todo el estado. Ello bajo la idea de lograr que “cada escuela se convierta en un centro cultural donde se impulsen las artes y la cultura, y donde confluyan los niños y sus familias, incidiendo de manera directa en el desarrollo sociocultural de las comunidades.” Esto pudo leerse en los desplegados de prensa de la Secretaría de Cultura.
Esperemos para bien, insisto, bajo la confianza de que la relatoría de conclusiones en las mesas de trabajo organizadas durante el evento haya estado a la altura de las discusiones desarrolladas entre los participantes. Funcionarios, gestores culturales, profesores de casas de cultura, personal de museos y centros culturales, docentes de las artes y educadoras, entre much@s otr@s, nos sentamos para presentar un panorama de nuestras diferentes realidades como agentes culturales en términos educativos. Los temas fueron interesantes por las realidades que describían, particularmente las que provenían de la participación ciudadana. Lamento compartir que, a pesar de ello, la relatoría de la mesa en que pude participar no correspondió en contenido a lo que se dialogó en el transcurso de tres horas: el texto resumen no concentraba de forma clara las propuestas que alrededor de 25 personas estuvimos trabajando. Esos textos serán considerados para elaborar las políticas públicas para la educación artística en el estado. Ignoro cuál habrá sido el caso del resto de las mesas. Si el contenido de la fuente no es confiable ¿sobre cuál base habrá de partirse para conformar el Sistema de educación artística que busca diseñarse?
Dejando de lado las formas para atender el contenido, fue relevante la participación conjunta de personas tanto en el ámbito cultural como el educativo. En la mesa “La iniciación de las artes y el papel de las casas de cultura y centros culturales y la educación artística no formal” se vio lo siguiente. Ana María Rubio presentó el caso de la Escuela Normal de Educadoras y sus programas de educación artística en niños y niñas de nivel preescolar. Dichos planes contemplan el proceso docente por competencias: niños y niñas desarrollan habilidades, actitudes y conocimientos sobre lenguajes artísticos para “estimular la sensibilidad, el juicio crítico y el sentido estético”.
En el momento de las participaciones, hubo que hacer una distinción entre educación artística y educación estética. La primera inicia en las artes para dirigir la educación hacia el ejercicio de éstas, ejecutarlas, operarlas; la segunda inicia en las artes para generar en el educando a un sujeto sensible. Se requieren personas sensibles para los derechos humanos, para las relaciones entre personas, para el cuidado del medio ambiente, no sólo para las artes. Imaginemos que la dimensión estética (sensible) es un globo dentro del cual hay otro globo de menor tamaño: la dimensión artística. Por inabarcables que resulten ser las manifestaciones artísticas, estas serán siempre menos que los ambientes de la sensibilidad.
Por lo anterior puede resultar difícil hablar de “educación artística” a nivel preescolar, pues con ello se pretendería, mediante la realización de dibujos, pinturas y modelado, iniciar a niños y niñas hacia las artes para las artes. Eso no está mal, aunque no parece tener sentido si en niveles académicos posteriores no se le dará seguimiento a esta formación. La noción de “educación estética” se antoja más adecuada, puesto que a través de las actividades plásticas los infantes desarrollan habilidades motrices como el trazo fino, el equilibrio, el auto-reconocimiento de su cuerpo, además de lo que pueda estimularse en términos cognitivos: el tan ansiado “juicio crítico” que, bien pensado, es necesario alentar desde las edades más tempranas, pero es difícil de producir a nivel preescolar. Y es que el juicio crítico requiere la base del conocimiento, cosa para la cual los educandos de ese nivel se están preparando.
Por qué se habló de programas de educación formal en una mesa de trabajo que versaba sobre la educación no formal, fue algo que nadie se preguntó en esa ocasión. Lo cierto es que hubo preguntas acerca de cuál era la fuente de capacitación de las educadoras que facilitaban las clases de educación artística, dado que buscan acercar a preescolares a los lenguajes artísticos. La respuesta: investigación de ellas mismas y algunas asesorías. Hubo una propuesta para que, ya entrando en tema de la mesa, profesores de casas de cultura pudieran asistir en la tarea de capacitar a las facilitadoras y desarrollar los talleres. De esta forma escuela y casa de cultura, a nivel estatal, estarían vinculando los ámbitos formal y no-formal en la educación elemental.
Se habla hoy en día de un rezago educativo a nivel nacional. En la discusión que nos ocupó se manifestó que la educación no-formal adquiere relevancia en la actualidad dado que resulta compensar lo que la formación académica no alcanza a cubrir en sus estudiantes. Talleristas de la Casa de Cultura de Morelia compartían: “a nuestras clases asisten estudiantes de artes visuales de la Universidad Michoacana que no saben dibujar”. La participación de museos y centros de cultura urge como medio de apoyo a las deficiencias de un sistema educativo que no puede abarcar todas las necesidades de aprendizaje que el mundo contemporáneo requiere.
La educación cultural, de forma general, forma la noción de una identidad colectiva de la cual participa cada individuo. El patrimonio cultural y artístico (tangible e intangible) se convierte en el asidero de una conciencia que da cuenta de la pertenencia a una comunidad particular. Si este acercamiento al patrimonio no se produce, o si no hay sensibilidad que pueda captarlo, la identidad no tiene asideros, por lo cual a los objetos culturales se les puede pasar por alto, lo cual no significa que éstos desaparezcan. Pero ello es contrario a lo deseable al buscar promover el acercamiento a las artes, ya sea para la sensibilidad o para las artes mismas.
Michoacán tiene una diversidad cultural abundante. A decir de una participante del foro, esta riqueza cultural debería estar definiendo los programas de educación no-formal. La realidad nos revela que ello no es así en el presente, pero dicha realidad no es inalterable. El gobierno juega un papel importante en la conformación de este sistema de educación artística, pero la participación ciudadana es imprescindible.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
20 de diciembre 2009
Esperemos para bien, insisto, bajo la confianza de que la relatoría de conclusiones en las mesas de trabajo organizadas durante el evento haya estado a la altura de las discusiones desarrolladas entre los participantes. Funcionarios, gestores culturales, profesores de casas de cultura, personal de museos y centros culturales, docentes de las artes y educadoras, entre much@s otr@s, nos sentamos para presentar un panorama de nuestras diferentes realidades como agentes culturales en términos educativos. Los temas fueron interesantes por las realidades que describían, particularmente las que provenían de la participación ciudadana. Lamento compartir que, a pesar de ello, la relatoría de la mesa en que pude participar no correspondió en contenido a lo que se dialogó en el transcurso de tres horas: el texto resumen no concentraba de forma clara las propuestas que alrededor de 25 personas estuvimos trabajando. Esos textos serán considerados para elaborar las políticas públicas para la educación artística en el estado. Ignoro cuál habrá sido el caso del resto de las mesas. Si el contenido de la fuente no es confiable ¿sobre cuál base habrá de partirse para conformar el Sistema de educación artística que busca diseñarse?
Dejando de lado las formas para atender el contenido, fue relevante la participación conjunta de personas tanto en el ámbito cultural como el educativo. En la mesa “La iniciación de las artes y el papel de las casas de cultura y centros culturales y la educación artística no formal” se vio lo siguiente. Ana María Rubio presentó el caso de la Escuela Normal de Educadoras y sus programas de educación artística en niños y niñas de nivel preescolar. Dichos planes contemplan el proceso docente por competencias: niños y niñas desarrollan habilidades, actitudes y conocimientos sobre lenguajes artísticos para “estimular la sensibilidad, el juicio crítico y el sentido estético”.
En el momento de las participaciones, hubo que hacer una distinción entre educación artística y educación estética. La primera inicia en las artes para dirigir la educación hacia el ejercicio de éstas, ejecutarlas, operarlas; la segunda inicia en las artes para generar en el educando a un sujeto sensible. Se requieren personas sensibles para los derechos humanos, para las relaciones entre personas, para el cuidado del medio ambiente, no sólo para las artes. Imaginemos que la dimensión estética (sensible) es un globo dentro del cual hay otro globo de menor tamaño: la dimensión artística. Por inabarcables que resulten ser las manifestaciones artísticas, estas serán siempre menos que los ambientes de la sensibilidad.
Por lo anterior puede resultar difícil hablar de “educación artística” a nivel preescolar, pues con ello se pretendería, mediante la realización de dibujos, pinturas y modelado, iniciar a niños y niñas hacia las artes para las artes. Eso no está mal, aunque no parece tener sentido si en niveles académicos posteriores no se le dará seguimiento a esta formación. La noción de “educación estética” se antoja más adecuada, puesto que a través de las actividades plásticas los infantes desarrollan habilidades motrices como el trazo fino, el equilibrio, el auto-reconocimiento de su cuerpo, además de lo que pueda estimularse en términos cognitivos: el tan ansiado “juicio crítico” que, bien pensado, es necesario alentar desde las edades más tempranas, pero es difícil de producir a nivel preescolar. Y es que el juicio crítico requiere la base del conocimiento, cosa para la cual los educandos de ese nivel se están preparando.
Por qué se habló de programas de educación formal en una mesa de trabajo que versaba sobre la educación no formal, fue algo que nadie se preguntó en esa ocasión. Lo cierto es que hubo preguntas acerca de cuál era la fuente de capacitación de las educadoras que facilitaban las clases de educación artística, dado que buscan acercar a preescolares a los lenguajes artísticos. La respuesta: investigación de ellas mismas y algunas asesorías. Hubo una propuesta para que, ya entrando en tema de la mesa, profesores de casas de cultura pudieran asistir en la tarea de capacitar a las facilitadoras y desarrollar los talleres. De esta forma escuela y casa de cultura, a nivel estatal, estarían vinculando los ámbitos formal y no-formal en la educación elemental.
Se habla hoy en día de un rezago educativo a nivel nacional. En la discusión que nos ocupó se manifestó que la educación no-formal adquiere relevancia en la actualidad dado que resulta compensar lo que la formación académica no alcanza a cubrir en sus estudiantes. Talleristas de la Casa de Cultura de Morelia compartían: “a nuestras clases asisten estudiantes de artes visuales de la Universidad Michoacana que no saben dibujar”. La participación de museos y centros de cultura urge como medio de apoyo a las deficiencias de un sistema educativo que no puede abarcar todas las necesidades de aprendizaje que el mundo contemporáneo requiere.
La educación cultural, de forma general, forma la noción de una identidad colectiva de la cual participa cada individuo. El patrimonio cultural y artístico (tangible e intangible) se convierte en el asidero de una conciencia que da cuenta de la pertenencia a una comunidad particular. Si este acercamiento al patrimonio no se produce, o si no hay sensibilidad que pueda captarlo, la identidad no tiene asideros, por lo cual a los objetos culturales se les puede pasar por alto, lo cual no significa que éstos desaparezcan. Pero ello es contrario a lo deseable al buscar promover el acercamiento a las artes, ya sea para la sensibilidad o para las artes mismas.
Michoacán tiene una diversidad cultural abundante. A decir de una participante del foro, esta riqueza cultural debería estar definiendo los programas de educación no-formal. La realidad nos revela que ello no es así en el presente, pero dicha realidad no es inalterable. El gobierno juega un papel importante en la conformación de este sistema de educación artística, pero la participación ciudadana es imprescindible.
Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
20 de diciembre 2009
Comentarios
Publicar un comentario