Abismo y superficie. Identidades de Santiago Bucio.
Autorretrato con moscas (2010), fragmento final de Construcción-Deconstrucción del Yo (2013) y Entre tú y yo (obra en proceso).
Una muestra breve y compacta con obras de Santiago Bucio se presentó en la sala “Efraín Vargas” de la Casa de Cultura de Morelia, del 11 de marzo al 1° de abril pasados. Los diferentes puentes y asuntos calendáricos de pasadas semanas dificultaron publicar esta revisión en un tiempo más adecuado; sin embargo es relevante ponerlo a debate, por un lado, porque fue una exposición atípica de acuerdo a lo que Bucio ha mostrado con el paso de los años, gracias a lo cual se le atribuye una personalidad mayoritariamente apegada a la pintura. Y por otro, porque representa un caso ejemplar sobre cómo un pintor transita con soltura y familiaridad la diversificación de soportes y estrategias de producción de corte conceptual, actitud que es menos frecuente ver a la inversa: que un conceptualista se ponga a pintar y se sienta cómodo con ello.
Con todo, las divisiones entre tradición/innovación, moderno/contemporáneo pueden diluirse puesto que se fundan en diferencias enunciables pero francamente asimilables entre sí; lo maniqueo de las dicotomías proviene más de una actitud humana poco flexible que en lo estático al interior de un concepto. Así puede reconocerse, como han dicho tantos otros, que la pintura siempre ha sido un arte conceptual y que el arte contemporáneo hoy día se yergue como toda una tradición a la cual se suman artistas nóveles, siguiendo los pasos de autores ya consolidados en una escena local o global, según sea el caso.
Las investigaciones de Santiago Bucio tienen una larga filiación con la noción de identidad, la construcción del yo, la diversidad en la auto-representación, y la relación disruptiva que existe entre presente y pasado en la conformación de una persona. La pregunta por el sí-mismo es añeja y se han dado en su transcurso abundantes respuestas en forma de encumbradas obras de arte, profundos tratados y ambiciosos estudios; que igualmente pueden versar sobre interrogantes individuales así como de inquietudes sobre lo grupal o lo identitario en las naciones como bloques de cultura.
Se antoja decir que la inquietud a este respecto es intemporal: jamás la pregunta sobre las identidades será obsoleta puesto que siempre todas y todos estaremos investigando algo sobre nosotros mismos; las respuestas nunca son definitivas, las ganas por saber más parecen insaciables, la esencia propia es inaprehensible, tanto como querer abrazar un enjambre.
La pintura de Bucio es protagonista en la exposición y presenta su rostro más reconocible. Autorretrato con moscas (2010) le muestra dibujado con rostro sereno y cubierto de mantos. Un fragmento del Canto a mí mismo de Walt Whitman delinea su figura: “¿Soy yo un asombro? ¿Es un asombro la luz del día? ¿Es un asombro la primera estrella roja que tiembla entre las ramas? ¿Asombro yo más que ellas? Voy a decirte algo en secreto. Es la hora de las grandes confidencias, de decir grandes cosas al oído. No se las diría a cualquiera, pero a ti sí te las digo. Escucha:” Un puñado de moscas sobrevuela su cabeza y en un extremo del cuadro una lagartija adherida a la superficie genera un contrapunto.
La obra es de dos años atrás, y sin embargo se relaciona estrechamente con una experiencia reciente durante una residencia de trabajo en España. Aquel país es actualmente presa de un sentimiento de xenofobia muy marcado, en buena medida relacionado -que no justificado- con la gran cantidad de inmigraciones de la que es objeto por todos sus flancos: Latinoamérica, medio oriente y Europa central. Allá a toda persona con ojos levemente rasgados se le apoda “fili” por Filipino y a la gente con piel morena se le grita “mosca” por la calle, entre otros nombres. Atravesar por experiencias así proviniendo de México (donde la piel morena y los ojos rasgados son rasgos locales) genera, naturalmente, sentimientos encontrados y desconciertos inquietantes. En el cuadro, el fondo que marca un sitio indeterminado, el cuerpo cubierto por mantos oscuros, la invitación a una confidencia al oído en el poema de Whitman, la mirada inquisitiva del retrato y la circunstancia recientemente narrada construyen un marco de afectividad contenida y a punto de expresarse muy intensa.
Los otros autorretratos, al menos en la dimensión del montaje, se relacionaron con obras contiguas: ¿El que se oculta o el que se muestra? (2009) figura el rostro de Santiago envuelto en una negrura hecha por la superficie del encausto vuelto sombra. A su lado, el Autorretrato en negro (2012) se forma de una generosa cantidad de cabello del autor encapsulado en el marco del cuadro. Es una forma de auto-representación a partir de un aspecto corporal de la identidad: el cabello, con todas sus atribuciones sociales y vitales, nos da forma y modifica nuestro aspecto. Además de otros aspecto más profundos relacionados con el cabello, el montaje dentro del marco produce, además, un efecto de espejo para el visitante de la exposición por lo oscuro del contenido, como si fuera un espejo de obsidiana.
Al otro extremo, Y si el tiempo volviera (2008) forma un cuerpo a partir de retazos de papel fotográfico y siluetas masculinas. En otra ocasión hemos referido esta obra a manera de la conformación del pasado a partir de las personas con quienes nos hemos compartido. Esta apreciación puede cambiar, sin embargo, su relación formal con la obra contigua y más reciente se establece a partir de la suma de fragmentos: Autorretrato en blanco (2011-2013) muestra un conjunto de toallitas húmedas para la limpieza facial manchadas de sudor del autor, quien tras usarlas cotidianamente, las conservó. Una especie de sudario fragmentario que muestra las huellas del rostro a partir del color amarillo que produce el sudor sobre los papelillos en la superficie. En esta y en la obra referida más arriba, los detritus o restos del cuerpo representan al individuo a manera de huellas.
En la muestra también se exhiben las formas objetivas de representación de un individuo dentro de una sociedad. La frase “somos un número” es un lugar común: más adecuado sería decir que nuestra representación social en un sistema está relacionada con un número funcional para la identificación. Así, Santiago imprime sobre papel algodón ampliaciones de los registros públicos que le son asignados en su credencial de elector, en la Universidad Michoacana (como estudiante y profesor), en el seguro social, en el registro de hacienda, entre otros.
Esa serie, titulada Yo comprimido (2013), se vincula directamente con otro tipo de representación gráfica de la identidad a partir del currículum profesional impreso en 16 hojas, adherido a la pared. La narrativa de una carrera vital en el ejercicio de la profesión también es considerada como una conformación de la identidad: somos lo que hacemos. El procedimiento consistió en ir saturando las hojas al ir encimando los registros del currículum uno sobre otro, hasta que sobre una única hoja se imprimieron las 16 hojas del CV. La pirámide invertida que sobre la pared se trazó con esta reducción hasta lo ilegible presenta una metáfora sugerente sobre la conformación de un sujeto de acuerdo a las actividades que reporta como sus ocupaciones.
Finalmente, una obra en proceso promovió la participación de la gente, conocida o extraña, en la exposición Who I am de Bucio. La urna transparente colocada al pie de una ventana de la sala contenía fotografías tamaño infantil y pasaporte que los visitantes aportaban voluntariamente o que han sido recolectadas por el autor con el paso del tiempo. Éstas fueron adheridas a una mampara para conformar un contingente a partir de imágenes de identificación. Entre tú y yo planteaba “la invisibilidad y anonimato que nos envuelve, al mismo tiempo que somos reconocidos sólo por aquel que nos conoce”, al tiempo que a la vista se aprecia cómo se diluye una individualidad cuando pertenece a un conjunto en el cual ya no es tan fácilmente identificable.
La obra de Bucio va encontrando nuevos derroteros con los cuales explora la compleja construcción de la individualidad y la socialización de la identidad, la profundidad abisal del yo y la superficialidad relativa de la mirada del otro para definirnos.
Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio.
Diario Cambio de Michoacán.
7 de abril 2013
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