Lo contemporáneo ¿actual o actualizado?

De izquierda a derecha, Homenaje a Katsushika Hokusai (2011), grafito, temple y óleo sobre madera entelada, de Janitzio Rangel; La piñata que no cae (2010), xilografía de Artemio Rodríguez; y Caminos de Michoacán y pueblos que voy pasando (2007), acrílico sobre madera de Erandini Adonay Figueroa.

Obras expuestas en la exposición Cronografía Visual en Michoacán. 
Museo de Arte Contemporáneo 'Alfredo Zalce'. Julio-Agosto 2012

Una obra de arte es una respuesta para la cual hay que buscar la pregunta, dice Luis Camnitzer. Y en la definición propuesta son variados los aspectos que refieren tanto a la práctica artística como a la actividad receptiva disponible para los públicos. 
Por un lado, una obra particular es síntoma de las preocupaciones e intereses del artista que le construye. Buscar la pregunta que plantea el arte conllevaría a la reflexión en torno a una realidad concreta sobre la cual el artista dirige su atención. ¿Qué se preguntan los artistas actuales? ¿Son intelectuales? ¿Humanistas? ¿Se preguntan algo más allá de su vida personal, la cual participa de diferentes esferas de convivencia? 
Y por otro lado, la obra plantea una serie de interrogantes al público, tanto perceptuales como intelectivas. ¿Qué es esto? ¿Qué forma tiene? ¿De qué está hecho? Y más allá: si la obra es la respuesta ¿cuál fue la pregunta? Pervive en las inquietudes de mucha gente la pregunta “qué significa” la obra; pero también existen desplazamientos y variedades como “qué representa”, “qué dice”, “qué implica”. No hay que perder de vista que los públicos acuden a las obras (en museos o fuera de éstos) con objetivos de disfrute y recreación, sin excluir frecuentemente un ánimo de reflexión e interés. ¿Sobre qué reflexionarán si la obra no les ofrece incentivos sensoriales e intelectuales? 
Una obra de arte contiene los suficientes elementos como para ser “leída” y comprendida en sí misma. Si se quiere comprender la vida del artista, esa es una tarea aparte. Sin embargo, la obra también contiene elementos que hablan de las circunstancias que se suceden alrededor de la vida del artista. Éste es un campo de interés muy particular que enfatiza Deborah Dorotinsky, el cual es motivo de atención sobre todo cuando se pretende que la reflexión en torno a producciones artísticas esclarezcan algo más que la vida del artista, o viceversa: que la biografía haga comprensible la producción. 
Reflexionar en torno a las prácticas artísticas puede adquirir dimensiones culturales de mayor envergadura cuando la pregunta sobre el arte no se dirige a una obra en específico, sino al conjunto de producciones de una generación de artistas actuales que se perfilan como contemporáneos
Definir definitivamente qué es lo contemporáneo no es tarea que se pueda acabar aquí, sin embargo los posicionamientos son imprescindibles pues en éstos se esclarecen los panoramas de acción y se establecen las estrategias para participar o incidir en un ambiente. 
Para Boris Groys, “el arte contemporáneo merece su nombre desde el momento en que manifiesta su propia contemporaneidad -y no se trata de una simple cuestión de haber sido hecho o expuesto recientemente. Así la pregunta ‘¿Qué es el arte contemporáneo?’ implica la pregunta ‘¿Qué es lo contemporáneo?’ ¿Cómo podría lo contemporáneo ser mostrado como tal?” 
Para trascender la noción de “arte reciente” dentro del concepto que discutimos, habría que distinguir entre lo actual y lo actualizado. Ambos suceden en el presente, sin embargo el primer término tiene un mayor vínculo con el tiempo, mientras que el segundo representa una concentración del presente para sí mismo. La actualización sucede en y para su tiempo. Para decirlo de otra manera: lo actualizado es lo actual pero “puesto al día”. 
Si lo contemporáneo es el tiempo actualizado, le habla al presente con los ojos, palabras y herramientas del presente. Y sin embargo, otros tiempos caben en éste. El pasado cabe en la reflexión contemporánea puesto que todo pasado se mira desde el punto de vista del ahora, se recupera por los objetivos del aquí, se construye para los fines de este tiempo. Y valga otro posicionamiento: lo contemporáneo no pertenece al futuro, aunque lo inaugure, aunque lo augure. La contemporaneidad recoge elementos de todos los tiempos para localizar su efectividad en el presente, tiempo que mientras vivamos no se acaba. 
Sucediendo en el transcurso de las tensiones actuales entre la tradición y la vanguardia, lo contemporáneo en el arte se debate entre las producciones objetuales y los procesos puestos en práctica soportados en nuevas tecnologías e interacciones. 
Pintura, gráfica y escultura reclaman y promueven su estatus de contemporáneas que las artes de proceso y concepto han querido reclamar como exclusivamente propias. Sin embargo las paradojas no se han ausentado del panorama, al grado de que la teoría sobre la muerte del arte (desde Hegel en el siglo XVIII hasta Danto en el XX) ha producido diversos escándalos y especulaciones en las últimas décadas, tanto académicas como mercadológicas. Pero la pintura, por ejemplo (la muerte artística más anunciada en el último siglo) persiste, al mismo tiempo que las prácticas contemporáneas de accionismo, conceptualismo y proceso van adquiriendo en su transcurso el estatus de tradición, al notarse que el conceptualismo está por cumplir una centuria de existencia; cosa que se asume no sin dificultades, puesto que el origen de dichas prácticas se encuentra en la noción de vanguardia, lo que va al frente, actitud moderna que había promulgado en su momento la abjuración del pasado para inaugurar el futuro. La oposición con las tradiciones se hizo vigente desde entonces, desconociéndose así la acepción básica de “tradición” que consiste en “llevar de un lugar a otro” (incluyendo así una noción de progreso y avance). 
A la declaratoria de la muerte del arte siguió, hacia finales del siglo pasado, la especulación sobre la muerte de la pintura. Pero alguien en algún momento declaró “la muerte de todas las muertes” y la vida siguió su curso. Lo que la teoría no ha podido resolver en sus discusiones, se ha conciliado en la práctica. 
Así, un panorama artístico que pretenda posicionarse como contemporáneo puede (y debe) conciliar la dimensión de la tradición que se actualiza con la vanguardia que se yergue actual. Los artistas contemporáneos son quienes se ocupan de su tiempo con las herramientas del presente legadas del pasado (sea de inspiración moderna o posmoderna). La pintura y sus problemas, la gráfica y sus propuestas, la escultura y sus circunstancias; en diálogo con la fotografía y sus variedades, las acciones con sus brevedades, los procesos y su contundencia, la tecnología y sus posibilidades. 
Pero en los lenguajes, la dedicación y la preparación se establecen las diferencias: el referente debe ser para la actualidad; el contenido, actualizado; la incidencia ha de ser para el presente. 

Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
5 de agosto 2012.

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