Polémica y variedades. 8a Bienal Nacional de Pintura y Grabado "Alfredo Zalce".

Sección Pintura.

Falta poco tiempo para que llegue el fin del montaje de la 8ª Bienal Nacional de Pintura y Grabado “Alfredo Zalce” en las instalaciones del Museo de Arte Contemporáneo que en Michoacán lleva el nombre de aquél emblemático grabador y pintor. A 16 años de haberse inaugurado esta tradición bianual de certamen nacional y nutrida exposición, se continúa en la persecución de rendirle homenaje a Zalce mediante los soportes que le fueron predilectos y mayor reconocidos en su ejercicio artístico: la pintura y el grabado. Para esta octava edición, se exhiben 70 obras que pretenden mostrar una faceta de la realidad nacional de la producción pictórica y gráfica de México, visible principalmente mediante el conjunto de las diversas, aunque contadas, bienales nacionales como la de Querétaro “Julio Carrasco” o la “Pedro Coronel” en Zacatecas. 
Cada certamen muestra una faceta distinta de las prácticas plásticas del arte en México, aportando a la idea difundida de que “cada quien tiene su verdad”, cada artista y cada bienal. Sin embargo vale una aclaratoria en torno a este dicho popular, pues si cada quien tiene su verdad no habría entendimiento posible (y de hecho frecuentemente no lo hay, en diferentes aspectos de la vida social) y se caería en la fatídica afirmación y confirmación de que es mentira la verdad pues hay tantas verdades como existencias individuales. Una alternativa a todo esto es cambiar la perspectiva y entender que cada quien tiene ante sus ojos una parte de la verdad, todas y todos vemos cosas diferentes de una misma cosa, o de muchas cosas, y es así posible la diversidad en torno a la unidad de los fenómenos que vivimos y presenciamos, de la misma manera en que es posible el reencuentro a pesar de las diferencias de criterio y de visión. 
Menciono todo esto porque, a pesar de faltaron polemistas –tanto del lado del jurado como del público de la bienal Zalce, rica en contenidos y diversidad estética para la discusión-, las diferencias de criterio se hicieron notar, incluso desde la misma apertura de la muestra en el mes de diciembre pasado. Se escucharon comentarios sueltos acerca de que la sección de grabado estaba repleta de obras que se mantenían en el nivel de “ejercicios” y no propuestas concienzudas y consolidadas, de calidad. Que la ganadora del premio de adquisición de la categoría de pintura no era pintora en realidad, sino que se trataba de una estudiante de mecatrónica con suerte para las bienales. Que los jurados habían estado precisamente “jurados” o comprometidos para dar sus veredictos, lo que equivale a decir que sus criterios no fueron avalados por el público, el cual en diferentes puntos de la inauguración y de fechas porvenir de la exposición se dio libertad de declarar que otras obras debían ser las ganadoras por tener mayores méritos que las oficialmente galardonadas. 

Sección Pintura.
La riqueza que aportan tales diferencias entre público y jurados del certamen consiste en que el público se da la oportunidad de disentir con las autoridades que califican un concurso artístico, y ello devela una sociedad inquieta y en movimiento. La posibilidad y existencia real de dicho disentimiento es justamente lo que en otras geografías y certámenes ha originado que se conciban los “premios del público”, los cuales consisten en galardonar obras elegidas por ‘el respetable’ aparte de aquellas elegidas por los jurados oficiales. Esta es una tarea pendiente para las políticas culturales en Michoacán, pues el valor de la voz del público dentro de los certámenes estatales (tengan un alcance local, regional o nacional) aún está por reconocerse. 
Los criterios del jurado para la octava bienal tienen consistencia y la probidad de cada integrante del mismo están fuera de duda; opinar que sus dictámenes estuvieron “vendidos” es una ingenuidad y delata la ignorancia acerca de cuáles son las circunstancias que intervienen al momento de trabajar como calificadores de un certamen artístico, asunto que en realidad es muy complejo y lleva bastantes horas de trabajo, diálogo y discusión. Ciertamente esta edición de la Bienal, a diferencia de las emisiones anteriores, faltó en el jurado una declaración/interpretación acerca de cuáles son los aspectos que se destacan en la línea discursiva general de las y los artistas participantes de la exposición. Otros jurados habían compartido, en su momento, ciertas líneas de lectura acerca de la obra seleccionada –esto quedó muy claro mediante la exposición antológica de las siete bienales “Alfredo Zalce” que se expuso en el MACAZ en el 2011-; cosa que no sucedió ahora, pues se reconoció que hay diversidad de técnicas y trayectorias, se calificaron los códigos visuales novedosos, la calidad técnica, coherencia de la composición, equilibrio, creatividad pictórica y gráfica, y otros aspectos que en cualquier certamen son obligación y regla base. 

Sección Grabado.

Un aspecto que principalmente llamó la atención pública fue el destino del premio de adquisición de la categoría de pintura a Jacqueline Lozano por su obra Ruinas, obra mixta de óleo y acrílico con aerosol y cinta adhesiva. Una obra semejante de la misma autora fue premiada, en esa misma fecha, en otra bienal mexicana: la de Pintura “Rufino Tamayo” que se expuso en Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) en diciembre pasado. El título de esa obra también galardonada fue Pirámide devastada, de mayor tamaño que la exhibida en la bienal Zalce, pero de factura similar, mixta, estructural, oscilando entre lo abstracto y figurativo. Una nota del diario El Universal que da cuenta de la bienal Tamayo expone las palabras de la joven Lozano sobre su trabajo, el cual se sustenta “en el dibujo técnico, sobretodo en la mecatrónica, ya que los diagramas, esquemas e infraestructuras son una parte esencial de la obra, aunado a la fascinación por la arquitectura y sus construcciones, y en esta pieza me inspiré específicamente en las pirámides”. 

Jaqueline Lozano. A la izquierda Ruina, premio de adquisición en la Bienal Alfredo Zalce en la categoría de pintura. A la derecha, Pirámide devastada, premio de adquisición de la Bienal Rufino Tamayo. Ambas de técnica mixta: Óleo, acrílico, aerosol y masking tape desprendida sobre panel entelado. 

Juan Carlos Pereda, curador del MACO, comentó que en esta pintura de Lozano “hay oficio, virtuosismo. Es una pieza que no es figurativa, que no es abstracta, que tiene una visión propia, un discurso propio, no inédito, pero sí propio”. Opinión muy acorde a la me compartió Andrea Silva, directora del MACAZ, en una conversación: es una pintura muy completa, entre dos formas de pintar, hay precisión técnica pero también gesto pictórico, equilibrio y composición, juventud pero calidad de oficio sin titubeos, experimentación madura. ¿Dos obras de la misma serie, premiadas en dos bienales mexicanas  por dos jurados diferentes en la misma fecha? Eso también debe dar de qué hablar al público michoacano. 

Verónica Gabriel Consuelo Macedo. serie/ Contemporary art: http//:www.google.com.mx…
Temple sobre lino.

Otra controversia en la bienal Zalce sucedió en torno a la obra de Verónica Gabriel Conzuelo Macedo con título serie/ Contemporary art: http//:www.google.com.mx… Pintura al temple sobre tela de lino que muestra una composición que opone la límpida figura de un desnudo femenino esculpido de manera clásica con un montículo de ropa desarreglada. Color contra blancura, antigüedad desnuda frente a las vestiduras de la posmodernidad. El origen de la imagen procede de una instalación del artista italiano Michelangelo Pistoletto (Biella, 1933) mejor conocida en castellano como La venus de los harapos. Elaborar una pintura que reproduce parte de dicha instalación y presentar dicha imagen como propia, para exhibirla en un certamen plástico nacional fue interpretada por muchos como un plagio. El periodista Erick Alba dio cuenta de esto el 26 de enero 2012 en la sección Cultura del diario La Jornada Michoacán, noticia que la directora del MACAZ de manera pronta se dio a la tarea de comentar, también en la prensa. La obra en cuestión no consiste en un plagio sino en una apropiación de imagen. 
En el arte contemporáneo, y desde el desarrollo del Pop y el conceptualismo como corrientes estéticas, se ha desarrollado la estrategia del apropiacionismo para integrar a propuestas propias las imágenes o referencias de obra de otros artistas (e incluso referentes del mercado de consumo) para modificar la construcción de su sentido. Con esta aclaración no se está intentando legitimar dicha práctica. Lo que interesa aquí, y le interesaba a Andrea Silva en su momento, es aclarar que es algo que sucede de facto. Si la galerista Virginia Portilla denunciaba este supuesto plagio en el programa radiofónico Artas Plastas con su conductor Armando Carreño, o diferentes personas difundían la noticia/escándalo a través de las redes sociales, ello no iba a modificar las condiciones en que dicha estrategia de la apropiación sigue sucediendo a nivel local y global. 

David Kumetz Toiber. El arca. 
Aguafuerte al azucar.

Pero más allá de las polémicas, que son muy sabrosas para comentar, la 8ª Bienal Alfredo Zalce se muestra rica en matices por definir y detalles por descubrir. Mucha de la obra gráfica se mantiene en la impresión de imágenes basadas en manchas, aguadas y composiciones espontáneas, caóticas; incluso con títulos excéntricos y no poco herméticos, opacos. También hay grabados con gran claridad tanto en su tema como en la factura; como Nadie olvida nada de Cristóbal Tavera o El arca de David Kumetz. Tal vez por la existencia de estas dos facetas opuestas (espontaneidad vs. precisión) en la sección de grabado, el premio de adquisición tocó a Armando Eguiza con La esclava XIV, obra en la cual ambas perspectivas encuentran un equilibrio, aparte de las posibilidades de interpretación del tema: interpretación de género, de derechos humanos, justicia, etc. 

Armando Eguiza. La Esclava XIV. Punta seca sobre aluminio.
Premio de adquisición en la categoría de grabado.
  
 La sección de pintura es aún más diversa todavía: aparece la memoria como tema recurrente de algunos artistas. La abstracción coquetea con los temas sociales (cuando generalmente lo hace con las realidades afectivas internas), como Troncos y árboles caídos de Ángel Pahuamba o Juego de manos de Oscar Bravo Hernández. El paisaje urbano reaparece como una constante pictórica, ya galardonada en bienales anteriores. 

José Ángel Pahuamba. Troncos y árboles caídos.
Óleo, acrílico, esmalte y grafito sobre madera.
Mención honorífica, categoria pintura.

Vicente López Jurado. Nuevamente pisados.
Aguafuerte, aguatinta, vinil sobre zinc.

 La 8ª Bienal Alfredo Zalce está repleta de sorpresas para el ojo atento y exigente, pero también ofrece mucho por ver y comentar para el público curioso e interesado. Su visita es ampliamente recomendada. 

Publicado en el suplemento cultural Letras de Cambio. 
Diario Cambio de Michoacán. 
19 de febrero 2012

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