Cucarachas, bigotes y hombres que lloran. FICM 2010

Imagen del documental Blattángelus; imágenes de la muestra 200 años de bigote y fotograma de la película Un hombre que llora.

Con la edición 2010 del Festival Internacional de Cine de Morelia se hacen visibles contrastes difíciles de eludir para la mirada atenta. Multitudes concentradas en las taquillas o alrededor de las celebridades, egos cargados de helio con gafete al cuello y ruedas de prensa, venta de boletos hasta el agotamiento e ignorados indígenas huicholes vendiendo sus artesanías en las puertas de salas de proyección. La fiesta de la cinematografía se parece a las celebraciones (bi)centenarias de este año: el desconcierto es posible en medio del júbilo y el fervor.
Blattángelus fue un material con presencia en la sección de documental mexicano. Acompaña el proceso en el cual Mauro Zamora y Juan Álvarez, habitantes de la ciudad de México, se preparan para su boda religiosa una vez consumada la boda civil, que fue posible gracias a las reformas legales que en esa ciudad establecieron la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo. La película muestra la historia y avatares de la Iglesia de la Reconciliación, fundada por el pastor Jorge Sosa (oficiante no ordenado por la iglesia católica) donde Mauro y Juan consagran su amor ante un Dios que no les discrimina por su orientación sexual. La reseña en el catálogo del FICM indica que Sosa “acerca a individuos gay a un Dios que fomenta en sus fieles la responsabilidad y conciencia plena de su libertad.” La dirección y guión son de Araceli Santana y la fotografía de Pepe Guevara. Ambos estuvieron presentes en la proyección del documental.
En la conversación que se tuvo con el público después de la proyección, compartieron el sentido del título: el cardenal primado de México, Norberto Rivera, hizo alguna vez una declaración donde afirmaba que las personas homosexuales eran como cucarachas. Sosa, interrogado en su opinión sobre las palabras de Rivera, se complace en la comparación puesto que estos insectos no son minoría, viven siempre en comunidad y sobrevivieron a las condiciones planetarias que llevaron a los dinosaurios a la extinción. De forma que los homosexuales, como las cucarachas (que en ambientes de frío extremo son pequeñas y que en ambientes tropicales son grandes y vuelan), han sobrevivido gracias a la adaptación a su medio en diferentes épocas a pesar de la adversidad generalizada. “Esas palabras provienen de un dinosaurio que no sólo se está muriendo sino que mata al mismo tiempo a su iglesia con sus fieles”, son las palabras de Sosa. Blatta es el término en latín que significa “insecto volador” o “cucaracha”; y el Ángelus es una oración católica y mariana en recuerdo de la Anunciación y Encarnación del Verbo en Cristo. Blattángelus sintetiza en una sola palabra la unión entre el milagro del Verbo y aquellos que son considerados cucarachas. La imagen de la película forma una cruz en la reunión de estos insectos, y en su secuencia inicial presenta la figura de Cristo con una cucaracha en sus brazos mientras una procesión de estos seres se dirige hacia la luz.
En la conversación con los realizadores varias personas preguntamos acerca de los motivos que les llevaron a elegir el tema y cómo se involucra con sus propias vidas. Araceli Santana y Pepe Guevara no tienen una orientación homosexual y no profesan una religión en particular. La directora argumentó, como motivo último del documental, la defensa de todas las causas justas. El fotógrafo comentó que una de las virtudes del documental es que permite tomar prestada la vida de otras personas para mostrarla. Ambos coincidieron en que no se requiere ser homosexual para intervenir en la defensa de la comunidad gay. Tienen razón. Y sin embargo existe el riesgo de elaborar una película más por un motivo cinematográfico que por una convicción personal; de asistir a una proyección como ésta más por ir al Festival que por interesarse por el tema a proyectarse; siempre cabe el riesgo de ser más espectador impersonal que observador involucrado.
Una forma en la que realizadores (de cualquier práctica visual) pueden perderse en su medio consiste en elaborar sus obras socavando los elementos culturales con que trabajan. Tomemos el caso de las fotografías colocadas en el corredor central del jardín de Las Rosas con motivo del Festival. La muestra, conmemorativamente titulada 200 años de bigote, muestra retratos en primer plano de personalidades identificables principalmente por un medio como la TV. Conductores de canales musicales como Telehit, actores y actrices, diseñadores y publirrelacionistas. La técnica fotográfica es vistosa: luces laterales y de efecto dan a los rostros una apariencia brillante sin esconder las texturas de la piel y el enrojecimiento propio de una persona sudorosa y a pleno sol. Hombres y mujeres usan bigotes postizos que remiten a figuras de la Revolución: mostachos largos como de Emiliano Zapata, agudos y extendidos como los de Venustiano Carranza, ajustados y pequeños como de Pancho Villa, abundantes y caídos como los de las morsas y de Francisco I. Madero.
Sombreros bombines, corbatas de moño, tirantes y camisas blancas forman el atuendo de estos personajes, que en su aspecto muestra la apropiación contemporánea de los rasgos físicos de “próceres” revolucionarios. Los bigotones de la Revolución han sido objeto de una abstracción contemporánea que elimina sus imágenes (tan explotadas mediante la fotografía y la propaganda nacionalista) y conserva apenas sus vellos faciales. Las imágenes son divertidas y vistosas, pero la apropiación icónica de los personajes revolucionarios (o más bien, de sus bigotes) aparece concretamente como un juego formal de la imagen, eliminando toda posibilidad de reflexión o reinterpretación. Eso es la cultura del espectáculo: algo que divierte y deja las cosas como están, un chiste simplón que después de la leve risa no deja nada más.
Vale recordar aquí las palabras del poeta y político francés Aimé Césaire, citadas a manera de cierre en una película de estreno en el festival, Un hombre que llora: “…cuidaos de cruzar los brazos en la actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo, pues un mar de miserias no es un proscenio, ni un hombre que grita un oso bailarín.”

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
23 de octubre 2010

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