Zapata, Pop y consumo


La exposición Zapata de Ariel Pañeda Macías se presenta en la Arcada de la Casa de la Cultura de Morelia, con 28 lienzos sin bastidor, exhibidos a manera de pendones. Todos son obra de Pañeda salvo cuatro, que provienen de manos pintoras invitadas: Betel Pañeda, Celeste Jaime, Ángel Pahuamba y Francisco Huaroco. Evitando las distinciones autorales, ninguna obra cuenta con ficha técnica; el máximo valor se concentró en la imagen y sus elementos (evidentes e identificables, y en ese sentido, efectivos). Cada imagen responde a la visión del conjunto, y cada pintor(a) responde a un mismo concepto general.
Emiliano Zapata. En un artículo sobre la Escuela Muralista Mexicana, Juan García Ponce ofrece un breve contexto. “La Revolución mexicana es una más entre las muchas revoluciones del siglo XX que contradicen las teorías de Marx. México, por supuesto, no era una nación que hubiera participado de los beneficios de la Revolución Industrial. Por eso Marx pensaba en la conveniencia de que Estados Unidos lo invadiera y propiciara su adelanto para convertirlo en una nación potencialmente revolucionaria. México era un país campesino, manejado por grandes latifundistas protegidos por el gobierno de (Porfirio) Díaz. Contra estos latifundistas empezaron a rebelarse los campesinos. De entre ellos surge, antes de 1910, el primer y más grande nombre de la Revolución mexicana: Emiliano Zapata.”
“El más grande nombre”, además de sus hazañas e ideología, por haber tomado junto con Villa la capital del país, con la correspondiente huída de los gobernantes en turno, y pudiendo tomar el poder, no lo hizo. Retiró sus tropas, depositando en los miembros de la Convención de Aguascalientes la realización de los ideales que su lucha representaba. Sería mandado matar a traición y sobreviviría en el imaginario de las formas más variadas: desde caudillo, pasando por bandera, llegando hasta logo. Hoy en exposición, lo vemos como “tema y variaciones” para, en las palabras del autor, pensar y reflexionar sobre el verdadero sentido de la Revolución mexicana a un siglo de la misma.
Invitación difícil, si tenemos en cuenta que en el mismo texto de pared se declara que, prescindiendo de anécdotas, sucesos y datos biográficos de la Revolución y Zapata, se enfrenta al espectador y la imagen o idea que cada quien tiene del mismo, con aspectos contemporáneos de nuestra sociedad. Las obras, más que lograr una invitación efectiva a la reflexión sobre “el verdadero sentido” de la Revolución –si es que existe eso-, problematizan la iconicidad de Zapata en el imaginario de la sociedad contemporánea.
En las pinturas, Zapata es referenciado a partir de la fotografía en que aparece vestido de charro, el fusil en una mano y la empuñadura del sable la otra, pose 3 cuartos de retrato clásico. La imagen se trabaja a manera de plantilla y las variaciones consisten en la representación en positivo, negativo, variaciones de color a veces uniforme, otras veces con textura, nunca con volumen, o con intervenciones. La primera obra desde la entrada le presenta de color violeta, barbado y con la palabra PAX en el sombrero. A su derecha, como si se tratara de una estela maya de jade, Zapata aparece con pasamontañas, flanqueado por rostros también cubiertos y un letrero de inequívoca referencia: ZAPATISMO. Un paso más y aparece en con fondo rojo, rostro de Ché Guevara y rodeado de los símbolos del comunismo: estrella, guadaña y martillo. Tercia de obras que constituyen un apartado de movimientos sociales.
En otro segmento luce con fondo amarillo a manera de estampa con banda tricolor, o como señal de elemento nocivo: “Corrosivo. No reciclable.” Otro Zapata central de blanco y negro con fondo de grises Emilianos y código de barras en la base. Con una guitarra eléctrica y grafiteado, luce en el pecho el logo de los Rolling Stones y el par de martillos que aparecen caminando en “The Wall” de Pink Floyd. Aparece con motocicleta Harley y rostro de Pedro Infante en los tiempos de “A toda máquina”, superponiendo forzadamente la imagen de “guapo, galán y deseable”. “La repetición de una imagen provoca que ésta pierda su sentido, relevancia y se vuelva común a nosotros.” Otra forma de verlo es que la repetición de una imagen la debilita. Una vez debilitada, banalizada la imagen, es fácil jugar sobre ella o contra ella. Esto es lo que aparece en las obras.
El caudillo del inframundo en negro y blanco sobre fondo de cráneos a manera de tzompantli. Otro aparece como si fuera una estampa amarilla en el muro; debajo, el retrato de una niña indígena. La distancia entre la ideología comunitaria de “don” Emiliano y la realidad actual de la dimensión indígena mexicana es dramática. Más auténticamente tomó fuerza el zapatismo con el movimiento que se alzó en armas en 1994 que cuando formaba parte de los discursos del Partido de la Revolución Mexicana y PRI durante el siglo XX.
Hay un filón del Pop en el trabajo de estas obras. En todas puede encontrarse, pero atendamos a la pintura de fondo azul en que se acompaña con máscaras de luchadores, también aquella donde una flor sustituye al fusil y la figura se forma de un magenta intenso sobre verde. Recuerda las serigrafías de Warhol sobre casi todo: sillas eléctricas, retratos de estrellas de cine, él mismo. Si tomamos por válida esta presencia Pop, vale compartir unas palabras de José Luis Barrios. “Hacia la segunda mitad del siglo XX hay un cambio muy importante, donde el arte se ve obligado a replantear la función de la imagen y del imaginario. Con el desarrollo de la sociedad de consumo y la producción industrial de objetos, en realidad lo que cambia es el estatuto de los signos, socialmente hablando. De tal manera, la sociedad industrial genera todo un nuevo código de signos, que tienen que ver concretamente con el consumo. El arte Pop, y concretamente Warhol, es el que puede y el que entiende en su momento histórico el valor de este nuevo universo de signos con el que el espectador se enfrenta.” Y echa mano de estos signos para configurar todo un universo de motivos y temas para las artes visuales… que concretamente tienen que ver con el consumo.
Éste puede ser comercial, turístico, ideológico, social, cultural o estético. Comienza así un proceder artístico que se dirige a la imagen, al ícono, no tanto a la realidad que éste representa. “El signo ya no necesariamente refiere a una realidad, una verdad, sino más bien refiere a una circulación, a un producto, a un deseo, pero ya no necesariamente a una realidad. El modo en que circulan los signos hace que evidentemente el sentido o el valor del arte sea más un fenómeno de comunicación o de información que de experiencia.”
Entonces, representar a Zapata no implica estrictamente que se esté reflexionando sobre la Revolución o sobre él, sino sobre la imagen de éste. Si Zapata fue motivo de propaganda política durante la formación del Estado mexicano durante el siglo XX, en las “celebraciones” del centenario de la Revolución es motivo de propaganda comercial oficial. Y como signo de consumo, puede ser tomado por las disciplinas visuales –inclinadas hacia el Pop- como motivo para múltiples variaciones plásticas. La consistencia queda intacta y lo único que se modifica es el lenguaje –plástico- que se aborda. Procurando en un principio estimular la reflexión, la muestra termina por evidenciar una problemática vigente de las artes contemporáneas.

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
18 de abril 2010

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