Curaduría en la gestión de museos y la práctica expositiva

Una de las actividades proactivas (para eludir la palabra “productivas”) de los museos es el ejercicio de la curaduría. Javier Toscano y Daniela Wolf, en un artículo que puede ser consultado en Internet si se busca la palabra “curaduría” en el buscador de su preferencia, caracterizan esta “disciplina” como la más reciente de las prácticas creativas. Organizar, operar una exposición no es tarea sencilla, y hay varios escenarios posibles: a partir de objetos significativos por alguna razón (una de tantas es que se les considere obras de arte), se busca mostrar públicamente qué tienen que ver entre sí y qué tienen que ver con nosotros, el público. También puede ser que se imagine algo –una historia, un argumento, un ejemplo- y se busquen las cosas –objetos, imágenes, situaciones- con que se apoye esa imaginación. Idealmente, se pretende que también exista el interés de resolver qué tiene eso que ver con nosotros, el público.
En cualquiera de los dos casos –primero las cosas o primero la idea- la actividad de la curaduría se trata de un acto creativo. Y refiriéndonos a las exposiciones de arte, se trabaja creativamente con obra de artistas, pero sin hacer precisamente arte. Toscano y Wolf, por ejemplo, aclaran que el término “curador(a)” es más un adjetivo que la nominación de una profesión. Hay artistas curadores, gestores curadores, académicos curadores, entusiastas curadores, devotos curadores y hasta fanáticos curadores. Hay quienes opinan que la curaduría, como actividad profesional, describe la actividad de un meta-artista, quien, con la presentación de una combinación de obras de arte en un espacio, busca modular la forma en que son percibidas y cómo se interpretan sus significados. Meta-artista¬ porque se pretende confeccionar un lenguaje “por sobre” un conjunto de lenguajes artísticos.
Pero hay quienes decididamente no comparten este término, incluso el de pseudo o cuasi-artista. Para Victoria Noorthoorn, curadora del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Argentina) la curaduría es una práctica creativa no artística: “si bien nuestro trabajo implica una práctica que se resuelve en un producto visual - que es la exposición - no creo que la curaduría sea un arte, sino todo lo contrario, creo que la curaduría es un generador de posibilidad. Y es bien claro, por lo menos a mi juicio, que los generadores y productores de arte son los artistas y no los curadores.”
Todo esto viene a colación para declarar que la curaduría, la práctica de la realización de exposiciones para ser aprovechadas colectivamente, y que tienen una implicación formativa y educativa, y que se realizan en los museos hoy en nuestra tierra, requiere de creatividad, no tanto de artisticidad.
En este mismo espacio editorial, tratábamos la semana anterior el asunto de que en varios de los museos y centros culturales de este estado predomina la recepción de exposiciones de otras partes del país por sobre la producción de las mismas. Sobre todo si se busca, en el nivel de las políticas culturales, que los museos alberguen la herencia cultural de una comunidad, mantengan sus tradiciones vitales y artísticas, y sean punto de referencia de la identidad de una sociedad, tal como lo apuntaba Arturo Chávez Carmona en un artículo publicado el pasado 31 de mayo en La Jornada Michoacán, titulado “La gestión de museos”.
En el mismo artículo reconoce lo siguiente. “En la política cultural, los museos demandan mayor financiamiento público, sus actuales presupuestos apenas alcanzan para sus gastos básicos, de pago de personal y operatividad; la conservación de inmuebles y el mantenimiento y actualización de su museografía requieren también apoyo presupuestal por parte de las entidades oficiales de que dependen, para colocarlos en condiciones de constituirse en espacios de referencia de la cultura y el arte…”. Financiamiento público, porque actualmente muchos museos no cuentan con un marco normativo de funcionamiento que les permita, por ejemplo, formar patronatos, comités o asociaciones de “amigos de los museos”, organismos que facilitan al museo la posibilidad de conseguir por sí mismo lo que necesita, recursos humanos, materiales y financieros, por ejemplo, no sólo para funcionar sino para tener siempre mucho qué ofrecer, siempre.
En medio de este panorama abundante en estrecheces de presupuesto, formas de funcionamiento y centralismo institucional, la creatividad ejercida dentro del museo o centro cultural para con su público pareciera coartarse. Un predominio de exposiciones significativas, pero provenientes de otras geografías, restan espacios de visualidad a la escena artística y cultural de las comunidades a las que pertenecen nuestras instituciones museísticas. Con exposiciones foráneas podemos darnos una idea de las prácticas creativas nacionales o internacionales, pero queda pendiente darle una lectura y exposición a lo que en nuestra propia sociedad sucede.
Hacer notar la forma centralizada e importadora del circuito expositivo en Michoacán no implica desconocer los ejercicios curatoriales que sí se realizan actualmente. Aquí tiene importancia la escena independiente, más ciudadana y/o académica, que muestra esa lectura e identificación de las prácticas artísticas de nuestras comunidades. Grupos como el colectivo ESPEGEA y Núcleo Arte&Letras se inclinan predominantemente hacia la gestión de las artes. Otros como Monocromo o Womenstruarte se dirigen a la acción artística. El grupo NODO se concentra en académicos y exalumnos de Bellas Artes y montan sus propias exposiciones. Hay muchos más que pueden mencionarse. Unos más que otros ejercen la práctica de la curaduría y ofertan alternativas para dar balance a este manejo intrincado de los espacios públicos de exhibición, su aprovechamiento y coherencia.
Citando, de nuevo, a Toscano y Wolf, ambos activos en México, los primeros curadores en el sentido actual del término, fueron quienes “dejaron de preguntarse si algo era arte para entender una obra desde la complejidad de sus relaciones, desde el sentido de su producción y hacia el acervo alegórico que cada una construía con obras contiguas y coetáneas.” Es decir, preguntarse por una obra como se pregunta por una persona a conocer: de dónde viene, de dónde salió, qué le ha llevado a ser como es, qué piensa, qué pretende, cómo se relaciona con los suyos y cómo participa con nosotr@s. Pero por sobre todo, la curaduría nos habría de facilitar el camino hacia un criterio, una conciencia critica: qué opinamos nosotros de esa persona, de esa obra, y qué podemos decir de nosotr@s mism@s.

Publicado en el suplemento Cambio de Letras
Diario Cambio de Michoacán
12 de julio 2009

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